El turismo ha ido adquiriendo una progresiva importancia a nivel mundial; incluso, se calcula que este sector representa el 10% del Producto Bruto Interno mundial, al tiempo que emplea a uno de cada diez trabajadores del planeta. En 2017, los desplazamientos internacionales han marcado un nuevo récord: se registraron 1.323 millones de arribos.
La Organización de las Naciones Unidas estableció al 27 de septiembre como Día Mundial del Turismo, con el objetivo de generar conciencia acerca del rol del turismo como actividad central para la política y la cultura, pero principalmente para la economía. Los movimientos internacionales influyen en el desarrollo de los alojamientos, de los comercios y de la gastronomía, entre otros aspectos.
A partir de los atractivos que presenta, la Ciudad de Buenos Aires es uno de los principales destinos turísticos de Argentina, ya que capta a más del 50% del turismo del país. Sin embargo, a nivel internacional, aún no ha logrado despertar el interés que generan otras ciudades latinoamericanas: según la empresa Euromonitor International, Buenos Aires ocupa el puesto 90 entre las 100 ciudades más turísticas del mundo, con 2,2 millones de arribos en 2017.
Muchas ciudades del mundo han potenciado sus características distintivas, poniendo en valor su identidad. Lo han conseguido a través de políticas públicas destinadas a consolidar una Marca Ciudad, que no sólo apunta a la creación de un proyecto de comunidad, sino también está destinada a generar un concepto, una idea en el turista. Este es el ejemplo de ciudades como Nueva York, que impulsó el lema “I love New York”, y de Lima como capital gastronómica mundial.
Al pensar en la Ciudad de Buenos Aires, se observa que concentra el 32% de las universidades de todo el territorio nacional, por lo que se caracteriza por ser un polo universitario. También es la ciudad que cuenta con más estadios de fútbol en todo el mundo: con un total de 18 predios, tiene dos más que San Pablo, y cuatro más que Londres. Estas características y muchas otras -como su gastronomía y su oferta cultural- hacen de Buenos Aires una ciudad única.
Es preciso decir que, si se potenciaran las propuestas turísticas que ofrece la Ciudad, paralela e inevitablemente mejoraría la calidad de vida de los habitantes de la misma. A modo de ejemplo: si la planificación urbana estuviera destinada a recuperar la playa con la que contaba Buenos Aires hace menos de 100 años, los beneficios no sólo serían percibidos por los turistas, sino también por quienes viven y transitan diariamente la Ciudad. Si fuéramos realmente una “Ciudad Verde” -en lugar de ser la segunda capital latinoamericana con menos espacios verdes por habitante- Buenos Aires sería un mejor lugar para visitar, y también para vivir.
Necesitamos adoptar una mirada sistémica para resolver los problemas colectivos. Si con los 110 millones de dólares destinados al Ente de Turismo a lo largo de 11 años de gestión se hubieran construido más kilómetros de subte, los turistas que arriban a Aeroparque podrían contar con una estación de subte conectada a la estación Plaza Italia, o podrían dirigirse a la cancha de River en subte desde Congreso de Tucumán, o al estadio de Boca desde la estación Constitución.
El turismo, en suma, se constituye como una herramienta capaz de generar mejoras en la calidad de vida de la Ciudad. Es hora de que Buenos Aires afronte el desafío que se le presenta para poner en valor su identidad, de la mano de una Marca que permita mejorar la experiencia de quienes viven y transitan la Ciudad.
*Docente FCE-UBA.