El miércoles por la mañana otro accidente ferroviario se cobró la vida de 50 personas (49 adultos y un menor) y dejó además 600 heridos, 60 de ellos de gravedad. Al cierre de la edición de este semanario esa era la cifra oficial de decesos, pero dada la gravedad del suceso, podía aumentar con el correr de los días, como lo reconoció el propio ministro de Salud del Gobierno de la Ciudad, Jorge Lemus, cuya área colaboró en el operativo de rescate.
“El número de víctimas fatales podría crecer, ya que hay muchos heridos graves, los cuales fueron derivados a diversos hospitales porteños”, señaló el funcionario macrista horas después del accidente. La administración porteña también aportó personal y 15 ambulancias del SAME, además de efectivos de la Policía Metropolitana, que ayudaron a sus pares de la Federal a rescatar a las víctimas. La tragedia ocurrió a las 8 en el andén número 2 de la estación de Once, al descarrilar un tren de la línea Sarmiento luego de impactar contra una valla de contención cuando ingresaba en la estación Miserere. Como consecuencia del impacto, el primer vagón quedó sobre el andén 2 y varios vagones quedaron encimados, con lo cual
varias personas quedaron atrapadas.
Según la primera información, el accidente se produjo debido al mal funcionamiento de los frenos de la máquina. Esto se desprende de los dichos de varios testigos. Lo peor del caso es que en septiembre del año último otro accidente ferroviario provocó la muerte de once personas y dejó más de 200 heridos. Desde este medio se afirmó que la catástrofe se pudo haber evitado por los antecedentes alarmantes con los que se contaba. En aquella oportunidad, a la altura de la calle Artigas, en el barrio de Flores, un tren del Sarmiento arrolló a un colectivo de la línea 92 y embistió luego a otra formación.
Y a pesar de los datos de alerta, como por ejemplo el mal funcionamiento de la barrera, que estaba a la vista de todos, nadie hizo nada para evitar lo sucedido. Nadie tampoco tomó con la seriedad del caso los antecedentes recientes. El del miércoles fue el quinto accidente grave de trenes (en dos de ellos hubo muertos) en los últimos nueve meses. Lo llamativo es que la cifra fue un aviso no tenido en cuenta por ninguna autoridad gubernamental ni de las empresas ferroviarias. Desde estas páginas ya se afirmó que a pesar de las responsabilidades antes mencionadas hay quienes tienen una
responsabilidad aún mayor. Y es el Estado quien carga con las
mayores obligaciones. Con los datos que aportan los sucesos del pasado, la responsabilidad del Gobierno nacional aumenta debido a las múltiples denuncias que los trabajadores de la empresa concesionaria del servicio ferroviario, Trenes de Buenos Aires (TBA), vienen realizando acerca de las malas condiciones en que se encuentran los trenes.
Por su parte, el control de que las formaciones se encuentren
en óptimas condiciones le cabe al secretario de Transporte de la Nación, Juan Pablo Schiavi. A pesar de que el funcionario dio la cara a los pocos minutos de ocurrido el choque, sus declaraciones fueron poco felices. “Si esto hubiera sucedido ayer (por el feriado del martes de carnaval) las consecuencias hubieran sido mucho menores”, señaló el kirchnerista al hacer referencia a la poca cantidad de gente que viaja en tren los días no laborables.
Como si esta frase no bastara, Schiavi agregó que una de
las causas que provocó tantos muertos fue “la costumbre Argentina que tienen los usuarios de trenes de viajar amontonados en los primeros vagones” de la formación para de esa manera descender más rápido. “Iban abarrotados”, explicó el secretario de Transporte al informar sobre la cantidad de pasajeros que se encontraban en los vagones más cercanos a la locomotora.
Luego de los sucesivos accidentes ferroviarios y debido a la gravedad del último, todos los dedos apuntan al funcionario nacional, y por ende al gobierno que representa, como el mayor
responsable por lo sucedido.
La situación política de Schiavi parece haber empeorado con
esta tragedia. En el accidente de septiembre último, sus explicaciones fueron apoyadas por las declaraciones públicas de su jefe político, el ministro de Planificación Federal de la Nación, Julio de Vido, de quien depende la cartera de Transporte. Esta vez el ministro no salió a hablar del tema. Y esto preocupó a los laderos de Schiavi. “Juan Pablo solo maneja una secretaría, no tiene los poderes de control de un ministerio y sus responsabilidades son muchas: controlar los trenes, los colectivos, los subtes y a veces no da abasto con todo. Encima siente que desde la Nación le tiran todo a él, como es el caso del pase de los subterráneos con la Ciudad.
Además, existe una razón de peso para que el control del Estado sea más indulgente con TBA y es la relación de la concesionaria con De Vido. Esto es algo que Schiavi no puede
obviar”, se defendió uno de los colaboradores del Secretario de Transporte al ser consultado por Noticias Urbanas. Pero pese a las justificaciones gubernamentales y de la empresa, los accidentes se multiplican y lo peor de la historia es que las muertes también.
Muertes que se podrían haber evitado.