La Ciudad Autónoma de Buenos Aires vivió la última semana una nueva tragedia. Tremenda en sus consecuencias y evitable como todas las anteriores, eso es lo que golpea tan duro. El luto fácil parece haber llegado para quedarse en esta aldea global que alberga algo así como ocho millones de habitantes en sus horarios laborales y vive rodeada de 12 millones que pueblan el conurbano de la provincia de Buenos Aires.
A la hora de empezar a evaluar las responsabilidades políticas en el hecho, se empiezan a presentar algunas dudas que son siempre las mismas. Hace años, por lo menos desde que este cronista (que pasa los 50) se desempeña en su labor, que se viene escuchando que los principales problemas que afectan al área metropolitana (AMBA) no tienen solución desde ninguna de las partes sino de manera integrada. Hace mucho tiempo que el transporte, en esta importantísima migración diaria que se produce por efectos laborales, es uno de los cuatro temas básicos a resolver en el AMBA si los gobernantes se decidieran de una vez por todas a pensar en la calidad de vida de la gente. Los distintos tipos de residuos y su tratamiento ecológico y no contaminante (humillante para los vecinos de las descargas) la salud y la atención hospitalaria y la seguridad son las otras temáticas que requieren de un urgente tratamiento por parte de las autoridades nacionales, bonaerenses y porteñas.
Curiosamente, esta es una zona política caliente, donde habitualmente se definen los futuros presidentes. Será también por ello que los presupuestos que aquí se manejan –en especial en la Capital Federal– son envidiables para cualquier provincia argentina. También desde lo político es la principal vidriera del país para lo bueno y, como en este caso, para lo horrible. Por aquí transita buena parte de su vida la dirigencia nacional, más allá de su origen geográfico, ya que además de Dios, los que manejan la caja también atienden en Buenos Aires.
Yendo al caso puntual del choque fatal de la formación de TBA en la estación de Once, aquí se percibe claramente la problemática que enunciamos arriba. Si bien estamos hablando de una de las tres grandes terminales ferroviarias de la República Argentina (las tres con sede en la Ciudad Autónoma), las autoridades porteñas no tienen las herramientas, la capacidad ni el poder de policía o de control sobre el transporte de los millones de personas que reciben por día. De hecho, y en un “dudoso aprovechamiento” del tratamiento de encontrarle el porqué a la tragedia, no se escuchó una sola voz de los funcionarios de la Ciudad acerca de esta. Un escueto comunicado de solidaridad con los familiares y los heridos, sumándose al luto del Gobierno nacional, y absolutamente nada más. A esto le suma en la tarde de este miércoles la renuncia al proceso de traspaso de subte lo que trae muchas incógnitas acerca de cómo seguirá la prestación de ese transporte, acerca de la oportunidad y la conveniencia del anuncio, pero a eso nos referiremos en otra columna. Recién pasó y es muy pronto el análisis, lo que es seguro es que tras las blancas ahora mueven las negras.
La responsabilidad política de Once cayó al cien por ciento en el Gobierno nacional, que es exactamente por donde debe pasar si vemos cómo está en el organigrama el circuito de las decisiones. Se lo vio al secretario de Transporte, Juan Pablo Schiavi, poner la cara una y otra vez ante la ausencia de jerarcas de mayor rango que explicaran las causas de tanto dolor y tanta muerte. Y la realidad de la situación lo dejó con un stent internado, al borde del abismo y con un problema que de ninguna manera se arregla con su salida, como no se arregló con la de su antecesor, Ricardo Jaime, el mentor de este engendro mortal. Sin intentar compararlos en lo personal, las políticas fueron digitadas a nivel nacional y poco cambió en sus trazos gruesos. Los Cirigliano, sin palabras; pero alguien les dio de comer. Y no fue sólo Carlos Menem quien los inventó, sino también los continuadores del emporio del transporte.
La agenda metropolitana –con la que se llena la boca la dirigencia política hoy está después de cuarenta años de discurso barato prácticamente en cero operatividad– obviamente se complica cada vez más en todos los rubros, entre ellos el transporte. Es por eso que de seguir así podemos esperar más sorpresas dado el mal manejo de la situación que es percibido por todos: profesionales, políticos, periodistas y, principalmente, los usuarios.
Decíamos que aquí hay una discusión pendiente acerca de cómo manejar el tema, y sería bueno que si los trenes –como los colectivos– vienen y van de provincia de Buenos Aires a Capital, estas dos jurisdicciones tengan voz y voto cuando hay que decidir algo trascendente como las rutas, controles y tantas otras cosas en el caso del transporte.
Las fuerzas federales, Policía Federal y Bomberos, funcionaron en un buen nivel; el SAME brilló como no lo hizo años atrás en Cromañón, a pesar de contar con casi la misma gente, y los argentinos seguimos esperando que pasen las cosas para empezar a mejorar algunas cuestiones.
Si no fuera por la codicia y la inoperancia política de siempre ya se estaría trabajando hace mucho tiempo en la dirección correcta. El área metropolitana es más que una excusa para crear organismos tripartitos que le cuestan una millonada a los Estados, es la suma de intereses e idoneidad, es una decisión política que no puede esperar. Es la verdadera solución para toda esta problemática que nos brinda muchas muertes silenciosas a diario y algunas muy ruidosas cada vez más seguido.