Pareciera una ley de hierro o una lección de la Historia que se
verifica otra vez: cuando no hay oposición, o la hay pero es muy débil, ésta surge del propio sector gobernante.
Ahora que los dirigentes opositores aparecen desdibujados, Moyano y Scioli se perfilan como la oposición dentro del peronismo. Sólo que en este caso es el oficialismo el que ha iniciado las acciones. Por lo menos, esto es muy claro respecto de Scioli, a quien le han puesto como vicegobernador a Gabriel Mariotto, un verdadero comisario político que desde las primeras horas en el cargo no cesa de promover declaraciones y actos contrarios a la política del gobernador.
Es llamativo que la iniciativa parta de un gobierno nacional que considera que el vicepresidente de la Nación debe ser un mero subordinado del presidente y limitarse a seguir sus directivas, bajo apercibimiento, en caso de que ose pensar por su cuenta, de ser vituperado como traidor a la patria.
Quizás esa sea la razón por la cual Mariotto para manifestar su lealtad, rayana en la obsecuencia con la Casa Rosada, no haya dudado en autocalificarse como un “Chirolita”, más allá que la comparación no sea del todo feliz, si tenemos en cuenta que el muñeco que creo ese genial ventrílocuo que transitó este mundo con el nombre de Mister Chasman no era sólo una boca que se movía sino también un rostro que reflejaba humanidad y sensibilidad.
El temprano enfrentamiento dentro del kirchnerismo en la provincia de Buenos Aires, entre el gobernador y su vice pareciera reeditar el de Oscar Bidegain y Victorio Calabró en los años setenta, aunque el actual sea más
Con relación a Hugo Moyano, la hostilidad no se oculta. Ya estamos en un abierto enfrentamiento.
La escalada comenzó cuando, a fines del año pasado, en un masivo acto realizado en el estadio de Huracán, el líder camionero puso en claro que no aceptará mansamente el retiro de la escena pública que el gobierno nacional viene diseñando para él.
Tuvo los primeros indicios claros de esas maniobras cuando la Presidenta en un manifiesta intención de seguir obteniendo el guiño cómplice de sectores de izquierda, saldó a favor de La Cámpora y contra del sindicalismo, embrionarias discusiones ideológicas que se dieron en el seno del kirchnerismo.
Entonces, Moyano renunció a la presidencia del PJ de la provincia de Buenos Aires diciendo que era una cáscara vacía. En verdad, para el peronismo, de concepción movimientista, el partido es siempre una cáscara vacía, que se usa o se deja de lado según las conveniencias de cada momento.
Los choques entre la presidenta y Moyano nos deberían resultar ajenos a quienes no somos parte de ese movimiento. Pero siendo el peronismo un factor hegemónico en la vida política argentina, tales peleas siempre repercuten en otros
Es que como bien lo ha señalado Beatriz Sarlo el peronismo es tan indispensable como Borges, no porque ello constituya un elogio sino porque se trata de un reconocimiento.
En otras épocas, los enfrentamientos entre el sindicalismo y los sectores de izquierda del peronismo terminaron con un baño de sangre. Hoy estamos muy lejos de esa perspectiva, pero la situación no deja de ser preocupante, en una sociedad de escaso apego a las instituciones y al Estado de Derecho.
Es difícil para el kirchnerismo encontrar argumentos creíbles tendientes a "esmerilar" a Moyano, porque éste ha sido el principal socio de Néstor Kirchner durante años. Éste, que temía la capacidad de movilización y de parar al país del dirigente camionero, lo alimentó con todo lo que le iba pidiendo. Así se convirtió en el gran aliado de los Kirchner, que lo colmaron de poder, influencias, inmunidades y recursos. Ahora la señora de Kirchner se siente poderosa y no quiere que nadie le discuta su autoridad.
Tal vez el 54% obtenido en la última compulsa electoral le haya hecho creer que ya no lo necesita. Habrá que ver. Moyano quizás no tenga el poder de otrora y hayan crecido sus adversarios gremiales, pero sigue con poder de fuego (en el sentido simbólico de la expresión, claro está). Y está poniendo el dedo en zonas sensibles del oficialismo, justo cuando se anticipa un año duro, con ajustes y tarifazos que sin dudas mellarán en el humor social.
Su problema, que es también el nuestro, es la inflación. Mientras no se la combata eficazmente, Moyano tendrá una base firme para desarrollar su acción, ya que encontrará la solidaridad de otros gremios y de parte de la ciudadanía, aún de aquella que aún hoy lo mira con recelo.
Moyano, a través de uno de sus hijos, le recordó al kirchnerismo una verdad dolorosa: que, contrariamente al "relato" oficial, Kirchner había estado en los noventa muy cerca de Menem, al que llegó a mencionar como el mejor presidente que había tenido la Argentina. Moyano, más allá de todos sus defectos, tiene en ese campo mejores credenciales que el finado caudillo de Santa Cruz, ya que fue un claro opositor al menemismo en aquellos años.
El conflicto con Scioli y con Moyano puede asumir ribetes que eran difíciles de prever hace tan sólo unos meses. Y ya sabemos que siendo el peronismo un factor hegemónico en la vida política argentina, tales peleas siempre repercuten en la sociedad toda.
(*) El autor es abogado y periodista