Hace solo unos meses atrás –algo menos de un año–, Francisco de Narváez se veía a sí mismo muy lejos de los fastos de su hora de gloria, acaecida en la provincia de Buenos Aires en 2009. Derrotado en las elecciones de 2011, en las que intentó junto a los radicales ganar la Provincia, alejado de su antiguo compinche Mauricio Macri y sin una ruta de alianza transitable con el peronismo del conurbano, su futuro político se veía, al menos, dificultoso.
El colombiano había elegido alejarse de Macri inmediatamente después de su resonante triunfo sobre Néstor Kirchner en 2009, dejando caer en el vacío aquella fórmula de Unión-Pro que los terminaba de conducir al triunfo.
Hasta el año pasado, De Narváez seguía sin encontrar un anclaje sólido en el peronismo bonaerense, la mayoría de cuyos dirigentes miraban hacia la Casa Rosada y, por lo tanto, se mostraban proclives a dejarlo a un costado. Estaban seguros de que una alianza política con él solo podía ofrecerles sangre, sudor y fracaso.
Pero, por estos días, la soledad parecería haber dejado de ser la única compañía para el antiguo aspirante a ministro en el gabinete de Carlos Menem.
Favorecido por la defección de Sergio Massa, que no quiere ni romper con el kirchnerismo ni tampoco aportarle votos, y por eso mismo se está planteando competir en Tigre con una “boleta corta”, solo con los nombres de sus candidatos a concejales, De Narváez ve cómo se reproduce la situación que él mismo vivió en su relación con Macri después de 2009.
En efecto, el Jefe de Gobierno porteño declinó sus aspiraciones en 2011, al volver a competir en el distrito porteño después de aquella victoria que compartió con el colombiano, en lugar de atreverse a jugar en el territorio grande de la confrontación nacional. Por esta razón, sus candidatos llevaron también la “boleta corta” distrital, sin candidato a presidente, precisamente la opción que Macri había descartado.
Desilusionado por su defección, De Narváez tomó una de sus peores decisiones políticas al aliarse con Ricardo Alfonsín y armar la Unión por el Desarrollo Social (Udeso), que lo dejó varado en un magro 16,77 por ciento de los sufragios, que hoy conforman su piso de aceptación, con un techo del 33 por ciento por ahora, de acuerdo con los distintos escenarios medidos por los encuestadores.
Hace ya un tiempo, cuando Massa y Scioli comenzaban a tantear sus opciones, en una reunión se confiaron entre sí cuáles eran sus aspiraciones reales, y el intendente de Tigre manifestó su deseo de llegar a la Casa Rosada, casualmente el mismo que movilizaba y moviliza al actual gobernador de Buenos Aires. En ese preciso momento, sus caminos se bifurcaron y, desde entonces, ambos sostienen rumbos de colisión.
En ese preciso instante, Scioli, que es un excelente intérprete de las dificultades que presentan los circuitos que debe recorrer –herencia de su pasión por la motonáutica–, dirigió su mirada hacia el colombiano, al que sondeó acerca de sus opciones, y De Narváez le aseguró que su techo era –por entonces– llegar a la Gobernación bonaerense. En ese mismo instante quedó sellado el entendimiento que desde entonces los mantiene a ambos a bordo de la misma lancha. De esta manera, el empresario abonará su opción bonaerense para 2013 con una poco ambiciosa candidatura a diputado, pero para 2015 tiene la oportunidad de ir en una boleta larga, es decir, bajo un candidato a presidente, lo que va a impulsar su candidatura muchísimo más lejos que una papeleta “corta”, la timorata opción de Massa.
En lo que va de ayer a hoy, De Narváez, que se muestra más hábil en el terreno del armado electoral que en el de la política en sí misma, vio mutar radicalmente su suerte.
Entre aquel político que no supo, no pudo o no quiso ser el líder de la oposición después de derrotar al mismísimo Néstor Kirchner en 2009 hasta este hombre que está parado en el lugar que todos envidian existe un mundo de distancia.
Hoy, Francisco de Narváez tiene la opción de elegir entre los dos candidatos que mejor miden –después de la propia Presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner–, Daniel Scioli o Mauricio Macri, para encabezar la lista de candidatos a gobernador.
El primero sería la opción más lógica para el colombiano, porque la posibilidad de Macri de encabezar una lista del PJ podría ser posible solamente si un tsunami barriera con Scioli y otros gobernadores que pueden ser una opción presidencial para 2015.
Paradojas de la misteriosa invocación de los antiguos brujos indígenas latinoamericanos, que cuando entraban en trance murmuraban aquella frase mágica, con la que convocaban a la buena fortuna: “Alica-alicate”, decían. Y la buena fortuna aparecía.