La batalla de Macri contra el reloj

La batalla de Macri contra el reloj


“Las dos cosas que más nos preocupaban salieron bien. Fueron menos de 20 mil personas y no hubo quilombo.” Habían pasado apenas horas de la “vuelta” de Cristina Kirchner y en uno de los dos despachos más importantes de la Casa Rosada hacían un balance primario del debut de la ex presidenta en Tribunales como imputada. Minutos antes de esa reflexión de uno de los laderos de Mauricio Macri, otro funcionario de rango menor hacía un balance, positivo también, pero desde un punto de vista más dramático: “No murió nadie y no llevaron 200 mil militantes como especulaban algunos”.

La satisfacción sobre el objetivo supuestamente cumplido, contrastaba, claro, con la sutil (o no tanto) presión que buscaron ejercer un par de integrantes y allegados al Gobierno sobre la Justicia para postergar la declaración de la ex mandataria. El razonamiento de este sector era que la situación judicial de personajes emblemáticos del kirchnerismo, como el ex secretario de Transporte Ricardo Jaime y el empresario Lázaro Báez, era lo suficientemente complicada como para hacer nuevas olas. Esas nubes sobre el modelo que se iba, por supuesto, venían bien para tapar los ajustes económicos que hace la nueva gestión para (dicen) enderezar el rumbo.

Con su negativa a responder preguntas y un discurso cerrado, para los propios, solamente con el vago desafío a formar “una fuerza ciudadana”, Cristina puede haberle hecho un favor a su sucesor. El plan original de la ex presidenta, de todos modos, es correrse de la escena para que, según razona, la sociedad quede solamente con ojos para auscultar una gestión que ella califica como pobre y con privilegios invertidos. Ese desplazamiento a un segundo plano puede tener inconvenientes: si el juez Claudio Bonadío, un peronista que supo ayudar a los Kirchner tiempo atrás con sobreseimientos exprés, termina procesando a Cristina, la prensa la irá a buscar hasta su casa de El Calafate. Y los referentes que aún la defienden, más los que se supone que deberían hacerlo, también serán abordados para dar explicaciones.

El Gobierno, en paralelo, imagina una agenda con algunas buenas noticias que compensen el golpe al bolsillo de los tarifazos. Difícil pensar en medidas reales, universales, que equiparen el sacudón que ya se está sintiendo en la calle. Hace tiempo que Macri y sus laderos vienen amagando con mejoras, aunque ninguna sería del alcance global que hagan olvidar los sacudones negativos. Por eso, en esa carrera contra el tiempo, los macristas miran el calendario y rezan: creen que estos dos meses (abril y mayo) deberían ser los últimos de inflación muy alta, el problema que más preocupa. Luego, suponen, arrancará por fin el esperado segundo semestre con pronóstico positivo.

En la Casa Rosada reconocen que la gran preocupación, además de la disparada de precios, es controlar el empleo. Descartan por ahora medidas de protección extrema como la vuelta de la doble indemnización, que proponen las centrales gremiales. “Los números que tenemos no son tan graves. En febrero ya hubo creación de nuevos empleos (según datos de AFIP). Leves, pero una mejora al fin”, contraponen.

No es el escenario que vienen planteando en público los jefes sindicales. Ya tiene fecha una marcha que imaginan masiva: será el 29, como adelanto del Día del Trabajador, y aseguran que si para esa fecha no hay alguna señal clara del Gobierno, la consigna será de lucha. Los pedidos gremiales mezclan mejoras con consenso popular, como algún retoque en Ganancias, con otras de índole corporativo, como las devoluciones de fondos millonarios por las obras sociales. ¿Los saciará con alguna Macri?

En el Gobierno creen que aún cuentan con un apoyo popular amplio para los cuatro meses de gestión que llevan. Siguen dividiendo el escenario en tres: un tercio que los apoya abiertamente, un tercio o un poco menos que está en la vereda de enfrente, identificados con el kirchnerismo, y un sector en el medio que, dicen en el oficialismo, hoy está más corrido hacia Balcarce 50 que hacia Santa Cruz. No se recomienda un entusiasmo desmedido: hay reiteradas pruebas históricas del cambio de humor de esos sectores medios cuando no repunta la economía.

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