“En el contexto de la propaganda antirusa que se convirtió en un caso habitual y, casi, ritual, las voces razonables aparecieron recientemente en la comunidad de expertos norteamericanos. En particular, se destaca el artículo llamado “Esta línea de atención puede prevenir la ciberguerra entre los Estados Unidos y Rusia” recientemente publicado en The Daily Beast. Para los profesionales que siguen atentamente este tema será difícil encontrar alguna revelación en esta publicación. Sin embargo, lo más importante es lo siguiente: reconoce explícitamente que la falta de un diálogo despolitizado de expertos entre Rusia y los Estados Unidos en materia de la seguridad internacional de la información es no solamente un callejón sin salida, sino también un camino peligroso, preñado de malentendidos más profundos y del riesgo de conflictos a gran escala.
No son las evaluaciones emocionales, sino los datos concretos expresados por las fuerzas de seguridad norteamericanas, funcionarios en activo y separados del servicio de la administración responsables de seguridad cibernética, es decir por todos aquellos que saben lo que sucede en la realidad y que – debido a la naturaleza de su trabajo – deben pensar de la manera más pragmática posible.
Si la comunidad de militares y de expertos en los EE.UU. realmente comparte estas evaluaciones, entonces este es el caso cuando es difícil no estar de acuerdo con los colegas, aunque se encuentran en el lado opuesto.
Hace seis años, en 2013, conseguimos llegar a un acuerdo para establecer líneas de comunicación directa entre Rusia y los Estados Unidos para responder a los incidentes cibernéticos. De hecho, estas líneas están construidas del mismo modo que durante la Guerra Fría con respecto a los incidentes militares tradicionales y permiten el intercambio rápido de información a todos los niveles, desde el nivel departamental hasta el nivel político.
A lo largo de los años, los canales han sido utilizados repetidamente. Cabe decir que durante el gobierno de Barack Obama mantuvimos un diálogo bastante animado sobre asuntos cibernéticos, tanto a nivel técnico de rutina, como en el formato de consultas plenas. Se celebraron reuniones presenciales de expertos, en las que los participantes pudieron debatir directamente las cuestiones nuevas. En el marco de la Comisión Presidencial Ruso-Estadounidense se creó un grupo de trabajo bilateral especial de alto nivel.
En cuanto al trabajo de las propias líneas directas, el ejemplo más notable es el mensaje de la parte estadounidense en el otoño de 2016 durante la campaña electoral presidencial en relación a las preocupaciones de los Estados Unidos sobre la intrusión no autorizada en su infraestructura electrónica. Como siempre, respondimos rápidamente y compartimos la información técnica relevante. Nuestro Centro Nacional de Coordinación de emergencias informáticas, que se encarga del funcionamiento de esta línea, declaró ya en diciembre pasado que estaba dispuesto a hacer pública esa correspondencia si la parte estadounidense estaba de acuerdo. A principios del año enviamos esa propuesta a Washington de modo oficial por conducto diplomático. Fue rechazada.
La portavoz oficial del MAE de Rusia presentó una explicación detallada al respecto durante una de sus ruedas informativas en marzo.
Rusia no tiene nada que temer. Y no tiene nada que ocultar. Estamos preparados para que la correspondencia sea estudiada por el público en Rusia y los EE.UU., los medios de comunicación y los expertos, quienes sacarán sus propias conclusiones sobre lo que realmente ha pasado. Pero esa información aún no puede hacerse pública por oposición de la parte estadounidense. Su pretexto es el carácter delicado de estos materiales. Es poco probable que sean más delicados para los EE.UU. que para Rusia. Ese enfoque más bien descubre una falta de confianza en su propia posición, porque será mucho más difícil a seguir haciendo acusaciones sobre la “mano rusa” detrás de las intrusiones cibernéticas cuando los hechos se hagan públicos.
Pero la absurdidad no termina ahí. Al haber sido rechazados por las autoridades estadounidenses, decidimos a explicar directamente al público en los EE.UU. como la situación con la línea de atención se ve en Moscú y propusimos a unos de los principales medios de información estadounidenses a publicar el artículo.
Les dijimos: os solamente damos nuestras propias palabras, y podéis comentarlas como queráis. Si a vosotros no os gustan nuestras propuestas, si no nos confiáis podéis escribir así. Dejaremos que sean lectores quienes decidan.
Esto es el aspecto emocional de la cuestión, pero a nosotros, nos interesa más lo pragmático. Otra vez estoy de acuerdo con mis colegas estadounidenses (Michael Daniel, Chris Painter y Luke Dembosky) cuya opinión se citaba en el artículo: la presencia de líneas de comunicación de emergencia no es suficiente. Para que sean efectivas se necesita un dialogo entre los que se encargan de su funcionamiento diario, debe existir una conversación más amplia sobre las cuestiones de seguridad internacional de la información.
Washington oficial a menudo nos dice que presuntamente “no tenemos suficiente confianza”. Nos da ganas de preguntar: “¿Pero cómo aparecerá si siempre evitáis hablar sobre eso?” Repetidamente hemos propuesto a celebrar consultas bilaterales y hemos sido rechazados. A veces se trata de cosas completamente absurdas, como hace un año en Ginebra, cuando la parte estadounidense canceló un encuentro dos horas antes del comienzo, mientras que ambas delegaciones ya estaban allí. Uno pensaría involuntariamente que una conversación cara a cara les asusta tanto a nuestros colegas que prefieren presentar sus resentimientos en los medios de comunicación.
Pero esa cuestión no es una cosa de política convencional, intercambio de punzadas mutuas o factores subjetivos.
Si las líneas de comunicación de emergencia apoyadas por un diálogo de expertos, fracasarán por razones políticas, existe el riesgo de tener una segunda crisis cubana, pero esta vez será provocada no por ojivas, sino por tecnologías de información y comunicación, y los sucesos se producirán en unos minutos, dejando ambas partes con una catastrófica falta de tiempo para tomar decisiones. Ya hace mucho no es un guión de una película de ciencia ficción, sino nuestra realidad. Quisiera creer que los Estados Unidos lo conocen tan bien como Rusia. Por lo menos, esto es lo que indican las opiniones expresadas por los expertos estadounidenses.
Aspiramos a promover la misma transparencia, el carácter democrático y el diálogo constructivo en nuestras relaciones con los Estados Unidos en materia de los asuntos cibernéticos en los foros multilaterales. Como se sabe, dos estructuras dedicadas exclusivamente a las negociaciones sobre la seguridad de la información internacional deben establecerse en la ONU este año: el Grupo de Trabajo de Composición Abierta (GTCA) para todos los Estados miembros de la Organización y el Grupo de Expertos Gubernamentales (GEG). Lo interesante es que aunque el primero se crea por iniciativa de Rusia y el otro, técnicamente, por iniciativa de los Estados Unidos, en realidad fue Rusia que propuso inicialmente y mantuvo a flote ambos formatos, mientras que los países occidentales se mostraron escépticos frente a esa idea y la criticaron en todas las oportunidades. De todos modos, la realidad es que la ONU tendrá dos grupos funcionando paralelamente y hay que determinar ahora los principios de su interacción.
Rusia, así como el resto del mundo, tiene interés en asegurar que el trabajo de ambos grupos tenga un carácter complementario, no contencioso, constructivo y cooperativo.
Por razones de sentido común proponemos que “compartan la carga”. El GTCA se centrará en grandes asuntos políticos que preocupan a la mayoría de los miembros de la comunidad internacional: las normas de comportamiento responsable de los Estados en el espacio de la información, las medidas de fomento de la confianza en este ámbito, la asistencia a los Estados en desarrollo, así como los debates sobre el futuro del mismo formato de negociación sobre este tema (como un comité permanente de la Asamblea General o del Consejo de Seguridad de la ONU o alguna otra opción).
El GEG, a su vez, podría priorizar el tema más especializado, pero no menos importante: la aplicabilidad de las normas de derecho internacional vigentes en el espacio de la información.
Otro principio esencial de la “coexistencia pacífica” de los dos grupos es la armonización de sus esfuerzos. Las discusiones en las ambas plataformas deben ser de carácter no politizado y pragmático y sus resultados no deben competir sino complementarse. De la descripción de las responsabilidades del GTCA y GEG se desprende que tendrán que abordar una gran cantidad de cuestiones, lo que será posible solamente cuando todos los participantes estén dispuestos a trabajar constructivamente.
Quiero subrayar que presentamos este plan como un programa de acción conjunta a nuestros asociados estadounidenses el noviembre pasado. Como siempre, propusimos reunirnos para debatir esas cuestiones. Como siempre, no recibimos ninguna respuesta. Tenemos muy poco tiempo antes del lanzamiento de ambas estructuras. Cabe esperar que el sentido común de nuestros asociados prevalezca y utilicen esa ventana de oportunidad antes de que se cierre. Por nuestra parte, estamos dispuestos a dialogar”.
* Andréi Krutskij es el representante especial del Presidente ruso para asuntos de cooperación internacional en seguridad informática y embajador de misiones especiales de la Cancillería de Rusia.