“Massismo es más de lo mismo, massismo es kirchnerismo”, cantaba uno de los eslóganes de campaña de Francisco de Narváez en 2013, cuando el “Colorado” competía por el voto opositor con el entonces intendente de Tigre. Finalmente, Massa le devoró su electorado y De Narváez se recluyó por varios meses.
Pero esta semana formalizaron su alianza, dejando atrás aquellos chisporroteos verbales, a los que Massa elegía no responder; sencillamente los ignoraba, como quien ignora a alguien a quien las encuestas pulverizan. Durante la presentación del acuerdo, el presidenciable del Frente Renovador destacó de su nueva incorporación su capacidad para “reconocer cuando se equivoca”. Una absolución indirecta, tal vez.
De Narváez tuvo su cuota de autocrítica y dijo que las votaciones del massismo en el Congreso le demostraron que el FR “no era más de lo mismo”. Abrazo y foto mediante en Tigre, escoltados por el titiritero de esta alianza (Juanjo Álvarez), ambos dirigentes sellaron el pacto ante los medios. Pero, ¿cuáles son los motivos que llevaron a Massa a incorporar a otro precandidato más, cuando los tiene de sobra, y que encima fue un furioso rival en el pasado?
Desde el corazón del massismo y de boca de varios de sus interlocutores emana la respuesta, que tiene varios factores que confluyeron. El primero de ellos es que incorporar a un dirigente con altísimo nivel de conocimiento en el electorado bonaerense y con dinero propio para solventar su campaña encaja perfecto en el mantra massista: la política es sumar, sea quien fuere.
Y más allá de ello, una de las cosas que quería Massa era hacer escarmentar, una vez más, a Martín Insaurralde. Fastidiado por su indecisión y sus señales mixtas, el tigrense no para de lijar al intendente de Lomas de Zamora con varios gestos en los últimos meses. Lo de De Narváez es una forma de pincharle el globo y advertirle que su intención de sumarse en marzo como el candidato estrella de la Tercera Sección para abortar las primarias con otros rivales deslucidos y sin fuerza mediática es una mera ilusión. No es coincidencia que los menos interesados en el pase de MI, como son Darío Giustozzi, Felipe Solá y Gustavo Posse, le dieron la bienvenida al Colorado.
Otra razón tiene que ver con la política y, probablemente, con el ego personal de Massa. De Narváez era un aliado táctico del gobernador Daniel Scioli. De hecho, muchos de sus dirigentes de mayor confianza (como Gustavo Ferrari) se fueron a trabajar a la administración bonaerense. Además, el Colorado coqueteaba mediáticamente con volver a pactar con Mauricio Macri, algo improbable pero no imposible. Al quedárselo para sí, Massa no puede evitar verlo como un triunfo simbólico ante sus dos máximos contendientes en las presidenciales.
Por último, y no menos importante, está el factor del marketing. Analizando los números y focus groups, Massa y sus asesores consideran apropiado fortalecer el perfil opositor en la campaña para arrebatarle a Macri parte de su electorado no “gorila”, como suelen catalogar desde el peronismo a cierto sector social que se identifica con el Pro.
De Narváez viene así al dedillo, funcional a esa estrategia en el principal distrito del país. Con su candidatura, pero especialmente utilizándolo como un vocero informal, Massa espera quedarse con el voto del Conurbano bonaerense y del interior que va hacia Macri. No es casualidad en absoluto que en tan solo cuatro días, el Jefe del Gobierno porteño haya sido blanco de fuertes críticas por parte de De Narváez, algo no común en el creador de Unión Celeste y Blanco, que no suele personalizar los ataques.
Toda esta coequivalencia de intereses resultó en el pase de De Narváez, algo que fue hilándose fino desde octubre pasado y ya estuvo casi definido en diciembre, aunque prefirieron comunicarlo con los bríos del nuevo año. Por tercera vez consecutiva, el diputado nacido en Colombia será candidato a gobernar la Provincia, pero con diferente espacio político.
Conti no sube al ring. El municipio más porteño del Conurbano bonaerense está en ebullición: tras la presentación formal por parte de Scioli de su precandidato a intendente de Vicente López, Sergio Goycochea, el kirchnerismo duro se puso en alerta. Los que quieren un postulante que se referencie más con el cristinismo que con el gobernador dejaron trascender la posible candidatura de la diputada Diana Conti.
“El Frente para la Victoria está muy bien organizado en Vicente López, con sus locales partidarios y sus casas culturales. Y como Scioli decidió postular al ‘Goyco’, la militancia y los dirigentes me pidieron que yo sea candidata [a intendenta]. Pero no voy a ser candidata, no lo seré, y además creo que el FpV debe ir unido en el distrito”, dijo en declaraciones públicas una de las diputadas más enfáticamente kirchneristas.
El hecho es que, más allá de los dichos de la diputada, el kirchnerismo no ha creado dirigentes en Vicente López, ya que el intendente anterior, el Japonés García, fue uno de los primeros radicales K, por lo que Néstor Kirchner en su momento no buscó enfrentarlo localmente, hasta que perdió en 2011 ante Jorge Macri. El remanente de lo que tuvo García más lo que pueda aportar el presidente del bloque de concejales kirchneristas, Leonardo Rial, y lo que sume Conti, es todo lo que ostenta el kirchnerismo en el municipio.
De allí la necesidad del gobernador de buscar instalar a una figura conocida como el futbolista para traccionar votos en forma más fácil y barata, hiriendo al macrismo local. Pero se trata de un distrito de casi 300 mil votantes muy influenciados por la dinámica nacional, debido a su cercanía con la Capital, además de un nivel socioeconómico superior a la media. Por lo que la torta, a diferencia de la Provincia, se repartirá mayormente en el espacio opositor.