No son tiempos felices para el gobierno nacional. Un sin fin de adversidades trajo consigo el nuevo año: primero fueron los casos de corrupción (Correo, Avianca, entre otros); se agregaron, luego, los “errores” de la baja jubilatoria y la eliminación de las cuotas, y todo enmarcado en una economía que no muestra signos de reactivación, que deja un tendal de trabajadores en la calle, y que castiga a los que menos tienen con una inflación que no cede. En este contexto, solo quienes están fuera de la realidad se pueden haber sorprendido ante la sucesión de movilizaciones que se produjeron a lo largo de marzo.
Vale la pena analizar con detenimiento el mensaje ciudadano que ha sido emitido recientemente desde las calles. El primer aspecto a resaltar es la masividad de cada una de las manifestaciones: las dos que convocaron los docentes, la de la CGT, la de las mujeres, y la del 24 de marzo, todas ellas, reunieron a cientos de miles de compatriotas.
Un segundo aspecto es que se trató de movilizaciones que involucraron grupos y pertenencias sociales de muy distinto tipo y género. Dentro de esa pluralidad, me interesa resaltar dos sectores específicos. Por un lado, hubo gran afluencia de jóvenes: nuevas camadas de gremialistas, de maestros y maestras, de mujeres, regaron las calles de todo el país. Por otro lado, en las marchas docentes, se advirtió la presencia de votantes de Cambiemos tal vez con una intensidad inédita desde el diez de diciembre de 2015.
Esto último se conecta con un tercer aspecto en común que tuvieron las manifestaciones de marzo. Todas ellas tuvieron un indudable componente de descontento hacia el gobierno nacional. Así, lo que muchos analistas, incluso de medios oficialistas, venían advirtiendo en el último tiempo, a cerca de una caída en la imagen presidencial, se ha visto corroborado en las calles.
Ahora bien, esta reactivación ciudadana no solo ha significado un contundente llamado de atención en las filas de Cambiemos. Hay que entender que allí también se puso de manifiesto una interpelación a la oposición. Los trabajadores que fueron despedidos, los que conservan el empleo pero vieron disminuir su capacidad adquisitiva, los docentes que defienden la Educación pública, las miles de mujeres que sufren día a día la violencia de género exacerbada por las políticas de ajuste, en definitiva, todo ese colectivo tan heterogéneo, ha dejado de lado diferencias secundarias, entendiendo que la contradicción principal es poner límites al modelo macrista.
En la hora actual, los dirigentes políticos que conformamos el amplio espectro de la oposición, tenemos el deber y la responsabilidad histórica de escuchar esa voz ciudadana. A diferencia de lo que piensan ciertos voceros del gobierno, somos nosotros, los dirigentes, quienes tenemos la obligación de estar a la altura de nuestro pueblo, y no al revés.
Si alguna cosa positiva puede destacarse de este año y medio de la Presidencia de Macri, es que las confusiones sobre la naturaleza de su proyecto político, alimentadas con las promesas de erigirse en una nueva derecha moderada, han quedado como tristes recuerdos de una campaña plagada de falsedades y de markéting. Resulta cada vez más evidente que lo que está en marcha es un proyecto de país para pocos, en donde día a día vemos que engrosan la fila nuevos “caídos” del modelo.
Muchos matices pueden reconocerse aún y enriquecer el análisis. Pero la realidad apremia y debemos tener la grandeza de construir unidad en la diversidad, de reunir y aglutinar las fuerzas y visiones de todos aquellos que comparten con nosotros la pretensión de vivir en una sociedad con inclusión y justicia social, y que ven en el Estado un actor fundamental para remediar las desigualdades y no un vehículo para acrecentar fortunas personales y familiares.
Sabemos que este año hay elecciones y tenemos la oportunidad de expresar nuestro descontento ante la orientación que ha tomado el país en los últimos quince meses. Pero nuestras metas deben trascender la coyuntura. Se trata de reconstruir un proyecto que vuelva a enamorar a las mayorías para 2019. Si la ciudadanía se ha expresado en las calles durante marzo, debemos aportar a la construcción, sobre esa base, de una propuesta que mire hacia el futuro. La voz de los “caídos” que se han puesto de pie luchando por sus derechos, debe y merece ser escuchada, representada y canalizada en una visión de país que nos incluya todos.