Como viene siéndolo en los últimos 20 años, el conurbano bonaerense, esa marea humana que contiene más de un cuarto del padrón electoral, vuelve a ser la principal trinchera política del país y en la que se definirá el resultado de las legislativas de 2013, prólogo de la carrera presidencial para suceder a Cristina Kirchner.
Al concentrar el 75 por ciento de la población provincial, el Gran Buenos Aires es clave para dirimir cómo se repartirán los 35 diputados que renuevan bancas por el distrito bonaerense, y una vez más, es el escenario elegido por el peronismo para jugar –a su modo– su propia interna abierta.
Con la posibilidad de una re-reelección de la Presidenta casi descartada (no por rendición sino por la contundencia de los números), el kirchnerismo busca mantener la iniciativa, asegurarse la gobernabilidad del próximo bienio e imponer al sucesor o, al menos, ser un factor condicionante de la transición. A cambio, aceptó cederle protagonismo al gobernador Daniel Scioli, quien hasta hace poco era considerado el enemigo interno a extirpar. Pero esto no fue fortuito, sino consecuencia de la entrada en escena de un tercer protagonista.
El salto de Massa
La candidatura del intendente de Tigre y su Frente Renovador fue hasta ahora el hecho político del año. Massa pondrá en juego en las PASO no solo su habilidad para liderar un espacio nuevo que busca ser gobierno sino su cintura política para enfrentarse con el aceitado (y efectivo) aparato político y de propaganda oficial.
El Frente Renovador es ante todo un eufemismo. Los integrantes de su lista tienen poco de nuevo y en su gran mayoría sus orígenes políticos datan del duhaldismo, el macrismo y el radicalismo. Pero lo que sí es novedoso es su forma de organizarse: un primus inter pares que colegió sus principales decisiones con sus colegas intendentes.
El entramado massista se nutre de una veintena de intendentes bonaerenses que comenzaron el alejamiento gradual del kirchnerismo en 2012 y encontraron en su par de Tigre un referente con alcance nacional que podía liderarlos con chances reales de pelear por el sillón de Rivadavia en 2015, factor necesario para que la ruptura con Cristina dos años antes no sea algo parecido a tirarse por la ventana. Los aliados más cercanos a Massa se cuentan entre Gabriel Katopodis (San Martín), José Eseverri (Olavarría), Luis Andreotti (San Fernando), Joaquín de la Torre (San Miguel) y Gilberto Alegre (General Villegas).
Más allá del kirchnerismo remanente estructurado bajo el liderazgo incontestado de Cristina, el otro vector del peronismo que se juega el todo por el todo es el de Francisco de Narváez, que cambió su alianza liberal con el Pro de 2009 por la ortodoxia de Hugo Moyano, algo que le redituará en más de cinco mil fiscales que el líder de los camioneros aportará para los comicios, según acordó Alfredo Atanasof, encargado de la fiscalización.
A ese frente, al cual eligieron bautizar Unidos por la Libertad y el Trabajo, también aportó sus fichas el gobernador José de la Sota, quien pidió por Claudia Rucci como su representante en el tercer lugar de la lista, debajo del moyanista y líder canillita Omar Plaini.
De Narváez hasta último momento negaba la veracidad de la postulación de Massa y es, sin duda, el más afectado. Para contrarrestar la amputación que sufrió en las encuestas, encaró una vertiginosa gira por toda la Provincia, visitando más de una decena de veces ciudades como Mar del Plata (su bastión) y haciendo varios raides por el conurbano.
Encuestas
Cerca de De Narváez aseguran que están en 18 por ciento y que aspiran a arañar el 20 en las PASO, a contramano del resto de los sondeos que se publican. En su fuero interno intuyen que una performance débil en las primarias hará que la lógica del voto útil se los lleve puestos en octubre.
Desde la jefatura de campaña massista reconocen que se acortó la brecha con el kirchnerista Martín Insaurralde pero aseguran que ahí termina: “Se estiró hasta tocar el techo, que es 28 por ciento, y no va a subir más. El kirchnerismo como mucho podrá sacar dos puntos más por el aparato”.
Sin embargo, a pocos días de la elección, el propio Massa no es tan optimista. A un testigo privilegiado de sus reflexiones le comentó: “En la Tercera Sección no ganamos, si llegáramos siquiera a un empate, en el total treparíamos a más de 35 por ciento, pero me veo en un 32 a lo sumo”.
Mientras fumaba uno de esos habanos negros finos y descansaba en una caminata por La Matanza, recordó lo que le dijo a su tropa antes de oficializar su candidatura: “Nosotros con 25 por ciento en las PASO ya nos tenemos que conformar”. Massa tiene la mira puesta en el voto útil de octubre y en alguna ayuda eventual de sus (presuntos) adversarios, tal vez por eso desliza que el Gobierno “confió demasiado en los intendentes de la Tercera Sección”.
¿Traición como en 2009? ¿O fuga gradual como en 2005? En estas elecciones se empiezan a escribir las primeras líneas del capítulo que nos lleva a 2015.