La ola que atormentó a Scioli

La ola que atormentó a Scioli


Y un día la ola naranja le pegó de lleno. Pocos momentos en la programada, contenida y ascendente carrera política de Daniel Scioli lo mostraron desencajado como días atrás, cuando intentó explicar lo injustificable. Nervioso, a borbotones, mintió. Pidió salir al aire en un programa, Intratables, que acerca la política a un público no específico del rubro, e hizo la gran Moreno.

Después de que se publicaran fotos suyas y un video en pantalón corto, remera y botines de fútbol, dijo que él no estaba allí para practicar el deporte que más nos apasiona a los argentinos. Los nervios tenían razón de ser: mientras el gobernador se preparaba a ensayar algunas piruetas en una canchita de fútbol 5, la provincia que debe gestionar se inundaba como pocas veces.

Las palabras de Scioli, las de aquella noche por América y las del día posterior por radio, parecían de un novato, no de un experimentado candidato presidencial. Que estaba allí para mirar y no para jugar, que sabía que le iban a sacar fotos y se quedó a propósito (¿?), que él se refugia en el deporte mientras otros se drogan. ¿Cómo? Sí, el Scioli de la convivencia, el mesurado, se embarró en la campaña sucia. En el mejor de los casos, habrá salpicado a algún enemigo. Pero él, aunque no hundido, quedó tocado.

En su nuevo rol de candidato kirchnerista, más fiel que nunca a la Presidenta, compartiendo actos con La Cámpora y fotografiándose con Axel Kicillof, el gobernador ha decidido correrse hacia una banda. Imposible que no lo alcancen las piedras que vienen tirando desde hace rato quienes están en la vereda de enfrente, sean políticos, medios o empresarios.

Tiempo atrás, Mauricio Macri debió bancarse una foto con los pintarrajeados de Kiss en los medios cuando la que se inundaba era la Ciudad de Buenos Aires. La realidad puede ser dura para todos y todas.

La incomodidad para Scioli no solo es externa, también se manifiesta en los nuevos modos que le pueden aplicar sectores que él consideró aliados y con los que desarrolló una relación comercial desde la Provincia.

Lo peor para el gobernador, ahora como postulante oficial, es que ni siquiera a través de terceros pudo justificar algo en lo que tendría muchísima más razón que en la foto futbolera. El desastre de infraestructura bonaerense es mucho más adjudicable a la Nación que a la Provincia. Por cómo se distribuyen los fondos del presupuesto nacional, es impensado que trabajos de semejante envergadura puedan ser encarados aun por la provincia más grande del país.

Desde que asumió, el kirchnerismo, entonces con Scioli como vicepresidente y Felipe Solá como gobernador, fue recortando los fondos asignados a los bonaerenses, a través de la coparticipación y del viejo fondo del conurbano que Eduardo Duhalde logró arrancarle a Carlos Menem cuando lo dejó en la Rosada para irse a La Plata. Cuando el sciolismo, en una pelea electoral, les echa la culpa a los massistas que dejaron construir barrios cerrados en sus municipios, cae en una reducción también de novato.

¿La Provincia dejó que se levantaran cientos de countries y no hizo nada? Si son un infierno, como intentó catalogar el ministro de Desarrollo Social, Eduardo Aparicio, agradeciendo a Dios que se hubieran inundado, ¿por qué varios de los ministros sciolistas viven allí? En el Frente Renovador hicieron lo obvio: apenas empezaron las chicanas en este sentido, repartieron el listado de los sciolistas que viven allí. Solo por decoro no se revela la lista aquí.

Un reciente trabajo de la consultora Isonomía detallaba algunas características del “componente del voto de Daniel Scioli”. Se hablaba allí de un elector que “combina variables que lo muestran filooficialista y otras que lo muestran como un dirigente con elementos personales que trascienden al oficialismo”. Lo querrían un poco más las mujeres que los hombres (52% a 48%) y más de la mitad de sus votantes son de nivel socioeconómico medio-bajo y bajo. Es parejo en cuanto a edad: lo eligen un 31% de menores de 29 años; un 36% entre 30 y 49 años, y un 34% de mayores de 50 años.

Según el mismo trabajo, entre los que quieren un “cambio”, solo el 12 por ciento lo elige a Scioli, que queda incluso por debajo de Julio Cobos y, previsiblemente, también de Macri y Massa. El gobernador gana claro entre quienes quieren continuidad. Y logra una buena posición entre los que no quieren ni todo cambio ni toda continuidad.

Esta aparente ambigüedad pública, que increíblemente le permite a Scioli aparecer como un dirigente con cierta distancia del kirchnerismo duro, cuando ocupó durante todo el proceso puestos de relevancia, y hasta que no se lo asocie con los gravísimos problemas de la provincia que gobierna hace ya siete años, le permitió hasta hoy mantenerse en carrera para 2015. El camino hasta la meta podría sumar obstáculos. Con su flamante lancha pintada con la K bien grande, la primera ola lo hizo tambalear.

Más columnas de opinión

Qué se dice del tema...