Desde los tres espacios buscan mostrarse confiados, seguros, como quien tiene la fórmula para encaminarse a la Casa Rosada. El massismo, el macrismo y el conglomerado autodenominado progresista o de centroizquierda parten de una presunción con la que concuerdan algunos analistas: el próximo presidente no sería un kirchnerista, al menos no uno de paladar negro y emparentado con la Presidenta. Paradojas del votante argentino: aunque la mayoría dice rechazar una reforma constitucional que habilite otra reelección, cuando Cristina Kirchner figura como una de las opciones para 2015, la actual mandataria lidera los sondeos; pero si se pone a algún “presidenciable” identificado con el proyecto, como hoy podrían ser el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, o el gobernador entrerriano, Sergio Urribarri, las encuestas caen abruptamente. La trampita de volver a poner un Kirchner al frente, en este caso a Alicia, ya ni siquiera se considera. A Daniel Scioli lo califican casi como a un opositor.
Con este panorama, los presidenciables opositores arrancan el año desde posiciones y desafíos bien diferentes. Como buenos políticos, cada uno asegura que su particularidad lo ubica mejor que el resto ante el año que arranca. No está tan claro.
Massa, el gran ganador de la elección que sepultó los sueños de Cristina eterna y quien hoy lidera todos los sondeos nacionales, deberá construir una candidatura presidencial desde una incómoda banca en el Congreso, una entre 257 de la Cámara baja. El renunciado intendente asegura que el gran agujero es 2014. Al otro año, descuenta, la campaña tendrá inercia propia. Para flotar alto en estos 12 meses, Massa ideó un plan de 100 propuestas; “una cada tres días”, enumera, como si la cuenta garantizara visibilidad en los medios, su gran obsesión. La dinámica del país, a la vista de lo que ocurrió en un diciembre trágico, con muertos por saqueos y cortes de luz, pone dudas sobre el plan.
El exjefe de Gabinete de Cristina, de todos modos, ha mostrado habilidades para ir torciendo el rumbo, atento a las demandas de la opinión pública. Ya sea con opiniones puntuales sobre los “problemas que le molestan a la gente” o adecuando los proyectos a las circunstancias (actualización de ganancias, cárcel para los narcos, etcétera). También, claro, seguirá dando pasos en una construcción política que nació desde el corazón del conurbano y alrededores, con una veintena de intendentes, y ahora debe pegar un salto nacional. Massa, por ahora, apela a lo conocido: se pega con figuras de buena imagen, como el exgobernador Carlos Reutemann o el exministro Roberto Lavagna, y suma exkirchneristas desencantados, como el chubutense Mario Das Neves o el entrerriano Jorge Busti. Correcto para arrancar y pasar el verano, pero posiblemente insuficiente como estructura final.
La nueva obsesión de Massa es darle transversalidad a su proyecto. Así como metió una conocida periodista, a un jefe industrial, a un exdiputado de Carrió y hasta a un actor en su lista bonaerense, el flamante diputado espera darle cierta pátina de variedad al armado. Los intendentes radicales que ya abonan a su candidatura, como Mario Meoni o Gustavo Posse, saldrán a la búsqueda de correligionarios. Como Kirchner tuvo a sus radicales K, Massa quiere a sus radicales renovadores.
El camino elegido por Macri, en cambio, es más cerrado. El Jefe de Gobierno porteño, que alguna vez propuso una gran interna entre opositores para ir luego todos juntos contra Cristina, se terminó de convencer el año pasado de que lo mejor, al menos hasta poco antes del partido final, es apostar a lo propio. En el Pro hacen un balance positivo, quizás algo desmesurado, sobre el recorrido electoral de la fuerza en los últimos años. Pero lo cierto es que, luego de algunos amagues, lograron instalar figuras con cierto peso en los votantes en Santa Fe (con Miguel del Sel), Córdoba (Héctor Baldassi) y Entre Ríos (Alfredo de Angeli). Cree que representan lo nuevo y repite que, después de 30 años, “la gente elegirá una opción ni peronista ni radical”. Por eso, aunque se sumen en particular figuras de los partidos tradicionales, Macri descartó la idea de acuerdos macro.
El mayor desafío de construcción política para el Jefe de Gobierno es, sin duda, la provincia de Buenos Aires. Después de los inconclusos desembarcos del ministro Guillermo Montenegro y el economista Carlos Melconian, más la negativa de mudanza que planteó la atractiva Gabriela Michetti, la nueva apuesta macrista viene por duplicado: la actual vicejefa porteña, María Eugenia Vidal, y el intendente de Vicente López, Jorge Macri, primo de Mauricio. “Los dos mejores candidatos bonaerenses, ¿o encontrás alguno mejor?”, desafía el Jefe de Gobierno cuando lo consultan por el distrito. Verdad a medias: si bien Vidal es una figura ascendente y el otro Macri tiene una gestión con aceptable imagen, la amplitud bonaerense requiere una apuesta de peso, no solo por los candidatos sino por cierta estructura. El exaliado Pro en el distrito, Francisco de Narváez, está descartado: no solo perdió peso sino que casi blanqueó su alianza con Scioli, otro presidenciable.
Para el resto del país, Macri promete esta vez sí salir a poner el cuerpo. Su paso por Boca le dio al jefe porteño un anclaje en las provincias que sigue siendo aún hoy la mejor carta para el desembarco en el interior. Días atrás ya se hizo un paseo por Córdoba y abrió el grifo para sumar a otro famoso: el golfista Eduardo Romero. Las salidas se repetirían durante todo el año.
En cuanto al Frente Amplio Progresista, seguramente apurados por los pasos de sus rivales opositores, ahora decidieron arrancar al revés: en vez de caminar cada uno por su lado y después apostar a la unión, prefirieron mostrarse todos juntos en Rosario. Fiel a los partidos que lo componen, le dieron formalidad al gesto. Convocados por Hermes Binner, titular del Partido Socialista, asistieron el resto de los presidentes de las fuerzas que compondrían la oferta: Ernesto Sanz (UCR), Margarita Stolbizer (GEN), Humberto Tumini (Libres del Sur), Pablo Javkin (Coalición Cívica) y Luis Juez (Frente Cívico). Y en un documento, la “Declaración de Rosario”, se comprometieron a “construir una propuesta de Gobierno”. ¿Será cierto esta vez?
Aunque no participó, Elisa Carrió dio el visto bueno desde Resistencia, adonde había ido por un problema familiar. La líder espiritual de la Coalición es un caso aparte: revitalizada en las urnas, suele tener desplantes y exigencias morales que desacomodan a los socios. Por lo pronto, ya pidió que le hagan un lugar a su aliado porteño, Pino Solanas, de Proyecto Sur, por ahora afuera del armado.
En este conglomerado, además de Carrió y Pino, ya mostraron ambiciones presidenciales Binner, Sanz y Julio Cobos, entre otros. La idea que entusiasma es repetir la experiencia de Unen en la Capital y hacer una gran interna abierta para la presidencial. Tiene un atractivo matemático: como el resto de las fuerzas se encaminan a candidaturas unitarias, la suma de la primaria progresista hasta los podría ubicar como eventuales ganadores de las PASO y garantizar un lugar en la final. En el grupo hay otra coincidencia: saben que si no hacen pie en el populoso conurbano, no habrá final feliz.