La renovación porteña

La renovación porteña


Al ascendente Aníbal Ibarra lo sepultó Cromañón. Al interino Jorge Telerman lo desinfló el fin de la gestión. Al imbatible Mauricio Macri lo correrá la Constitución. Por primera vez en 15 años, la Ciudad se encamina a una renovación política más o menos profunda entre sus principales figuras. Los tres dirigentes que estuvieron al frente del Gobierno porteño desde 2000, por razones políticas y legales, quedarán afuera de la pelea grande que coronará a un nuevo intendente dentro de dos años. El otro gran protagonista de la década, Daniel Filmus, tampoco debería ilusionarse demasiado: en menos de dos meses sufrirá su séptima derrota consecutiva en el distrito. La incógnita es cómo se llenará ese agujero de nombres. Algunas pistas pueden encontrarse en los comicios nacionales en la Capital del 27 de octubre.

El espacio que por antecedentes cualquier analista imaginaría triunfante en 2015 es el Pro. Cuenta con un récord envidiable en el distrito. Con Macri como candidato se presentó a seis elecciones para jefe de Gobierno desde 2003; solo perdió la segunda vuelta de aquel año a manos de Ibarra. También con el expresidente de Boca volvió a ganar para diputados nacionales en 2005. Luego, en las cuatro veces que jugó sin el apellido Macri en la boleta, empardó dos triunfos con dos derrotas. De este último análisis se desprende un dato clave para lo que viene: las dos victorias (legislativas generales de 2009 y primarias de este año) tuvieron a Gabriela Michetti al frente.

El nombre de la actual diputada, así, es el primero que surge de la lista macrista si se piensa en alguien capaz de heredar el principal sillón porteño. Con un plus: Michetti quiere. ¿Pero la quiere el resto? ¿La quiere Macri? Difícilmente el Jefe de Gobierno le diga cara a cara lo que les transmitió a algunos de sus íntimos: que antes que a su antigua vicejefa ve con más chances de manejar la gestión a su actual compañera, María Eugenia Vidal, al secretario Marcos Peña y a Horacio Rodríguez Larreta.

Lo del jefe de Gabinete es para psicólogo. Su caso es inverso al de Michetti. Nadie duda de su capacidad de gestión, lo respetan y reconocen sus pares, pero nunca adquirió el carisma que reclama el manual del candidato modelo. Sin embargo, mantiene su sueño de bañarse en las urnas con el voto de la gente. Algo parecido al conflicto irresuelto de Alberto Fernández. Uno creció a la sombra de Macri. Otro, a la de los Kirchner.

En cuanto a Vidal, fue una grata sorpresa para el Jefe de Gobierno. A la voluntad que mostraba en la gestión como ministra de Desarrollo Social le sumó cualidades para desenvolverse en los medios. También tiene un tema para su analista: llegó hasta ahí por impulso (entre otros) de Larreta. ¿Se animará a desafiarlo en la pelea por 2015?

En el caso de Marcos Peña, no está tan claro que quiera. Macri lo ha definido en algún almuerzo como “el mejor dirigente que tiene el Pro, pero se la tiene que creer”. Dejar de ser “Marquitos” y trascender el trabajo subterráneo e influyente que le adjudican dentro de la estructura del partido y del Gobierno porteño.

El resto de los macristas que asoman la cabeza, y que también se anotan para una renovación, generan dudas de ADN. Los peronistas Diego Santilli y Cristian Ritondo juran hoy fidelidad macrista, en público y en privado. Hay quienes no los quieren ni les creen. Ya los rebautizaron “los garrochistas”: dicen que están listos para saltar al barco de Sergio Massa o a algún otro PJ si el proyecto Macri Presidente naufraga.

Justamente, la irrupción del líder del Frente Renovador genera dudas y expectativas en la Capital. Si bien por ahora su jugada está acotada a la provincia de Buenos Aires, cualquier intento nacional requerirá de una sólida pata porteña. Soporte del que por ahora carece. El exministro Alberto Iribarne le puso a su partido Unión Popular el sello de massismo porteño. Parece demasiado. Y al resto de los dirigentes que alguna vez coquetearon con el distrito y hoy se sumaron al Frente Renovador, como los exfuncionarios K Roberto Lavagna y Alberto Fernández, es difícil imaginarlos como los herederos de Macri.

Por el lado del kirchnerismo porteño, si es que subsiste como tal luego de la partida de Cristina, primero deberán hacer el duelo pos-Filmus. Lo dicho: el exministro de Educación viene intentando sin suerte desde 2007. Con un premio consuelo: no hay mejor perdedor K para la Ciudad que él. Cuando intentó el banquero comunista Carlos Heller en 2009, apenas si llegó a los dos dígitos.

Al resto de los dirigentes que hoy comulga en ese colectivo oficialista no le será tan simple subsistir. Se da un caso particular: en Capital, el Gobierno nacional tiene a varios de sus cuadros políticos más jóvenes, como Andrés Larroque, Juan Cabandié, Mariano Recalde y Axel Kicillof. Pero pueden sonar a viejo cuando se hable de poskirchnerismo. Para mucha gente, hoy representan lo más refractario del oficialismo nacional.

Por último, si de mayorías se trata, queda ese conglomerado impreciso y cambiante de la centroizquierda. Cuentan a favor con un revivir en el distrito, de la mano, sobre todo, de Elisa Carrió. Pero se sabe: la líder de la Coalición Cívica no se conforma con pasear puertas adentro de la General Paz. Algo parecido a lo que incomoda a Pino Solanas, quien incluso tuvo su momento de estrellato en el distrito y se terminó estrellando con una candidatura porteña para jefe de Gobierno hace dos años. De esa lista que se encamina a hacer una muy buena elección en octubre quizá haya que prestarle más atención a Martín Lousteau. El otro dirigente de ese espacio con edad y experiencia, Alfonso Prat-Gay, aún está digiriendo el sabor amargo de la interna.

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