Cuando pensamos en Emergencias Sociales, lo entendemos como fenómeno que constituye un estado de urgencia, que requiere de una intervención específica, en un contexto que adopta ciertas particularidades, en un momento histórico determinado, donde la realidad está sujeta a cambios políticos, económicos y sociales muy dinámicos, por lo tanto, la asistencia como elemento de intervención en estas circunstancias, se constituye en método de válida aplicación.
La sistematización de prácticas asistenciales, puede generar un estado de dependencia convirtiendo a las personas en objetos, en lugar de considerarlas como sujetos de derechos. De este modo se generan incentivos perversos que limitan el desarrollo de las potencialidades individuales y/o colectivas, a la vez que “se le abre la puerta” al asistencialismo permanente, generándose un clientelismo estructural.
¿Qué lugar ocupa “el otro” en la intervención?
La asistencia no se refiere solamente a lo que se brinda en forma material durante una intervención de emergencia, sino a cómo se concibe “al otro” en el territorio. Dicha intervención deber ser para el otro y con el otro. Desde el campo de las políticas sociales, las víctimas son mucho más que eso, son personas conocedoras de su realidad, de su coyuntura, de sus sueños, sus expectativas, etc.
Como contraparte, la promoción social estatal es la acción del estado, o prescrita por él y dirigida a impulsar a un grupo social,cuya principal característica es que vive en condiciones de privación y vulnerabilidad inaceptables. A través de este mecanismo la sociedad debe poder expandir sus oportunidades y capacidades, para desde ahí pensar juntos un plan de vida, que promueva los derechos y libertades reales de toda la población, en donde el éxito de la gestión, sea justamente el erradicar la pobreza y sus causas.
Hay que educar para la promoción y que dichas herramientas generen la acción; de este modo las estrategias gubernamentales deberán escindir a las políticas asistenciales de las políticas promocionales, quebrando así el círculo vicioso de dependencia económica y vulnerabilidad social, de estos últimos tiempos.
En la actualidad, en muchos Organismos Estatales Nacionales conviven programas de Promoción con otros de carácter Asistencial, perdiendo de esta manera, en la confusión, la función específica de cada uno, terminando en muchos casos en prácticas clientelares, que lejos están de emancipar a los que más necesitan.
Nuestro mayor desafío será el de darle un lugar preponderante a la política asistencial, pero más aún el de fortalecer la política de promoción y desarrollo humano. Hagamos que la frontera del Estado Nacional llegue adonde hoy se encuentra ausente.