Empecemos por el principio: “salario” es lo que cobra un trabajador contratado por un patrón. Nada que ver con una “ganancia”, que es el excedente que obtiene un capitalista por un monto de dinero previo que pone en riesgo. Así de simple. Por lo tanto, es totalmente incorrecto, injusto e inequitativo cobrarle a un asalariado por un objeto que no le corresponde.
Lamentablemente, hace años que se viola este elemental principio. En los últimos 15 años, cada vez más camadas de trabajadores fueron quedando atrapadas. Nadie se hace responsable: lo vimos en la campaña electoral, donde el actual presidente se comprometió a que “en su gobierno” ningún trabajador pagaría ganancias. Luego eso se reemplazó por un “paulatinamente”. Ahora, después del vergonzoso acuerdo entre la cúpula de la CGT, los gobernadores y los partidos mayoritarios de la oposición, todo seguirá igual.
Obviamente que se incrementará el mínimo no imponible. Basándose en ese hecho, dirigentes de la CGT adelantaron que “400 mil trabajadores dejarán de pagar ganancias”. Es una vulgar mentira: el mínimo no imponible se incrementa en un 22%. Por supuesto, si los asalariados en 2017 fueran a tener 0% de incremento en sus haberes, se produciría esa reducción de personas alcanzadas por el impuesto. Pero todos sabemos que los aumentos paritarios muy probablemente superen el 22%. Por lo que más (y no menos) trabajadores terminarán siendo alcanzados por el tributo el año próximo. Un simple ejemplo: un obrero soltero que hoy gana neto 18.000 pesos no paga ganancias. Si le aumentan el sueldo y pasa a ganar 24.000 pesos, ya estará alcanzado por el impuesto.
Se nos va a decir que “se modificaron las alícuotas” y por lo tanto el monto que se le descontará a cada trabajador será menor. No es la primera vez que, ante el escándalo ocasionado por este injusto impuesto, se hace alguna “modificación” para mostrar que, obviamente, a algún grupo de trabajadores se le cobrará menos. Pero esto no resuelve nada: a la corta, lo que se impone es que más y más asalariados terminen pagando.
La discusión en estos días puso sobre la mesa otra cosa: la atroz injusticia de todo el sistema tributario argentino. En diciembre de 2015 se eliminaron de un plumazo las retenciones agropecuarias y a la megaminería. Nadie preguntó de cuánto sería el costo fiscal ni de dónde se sacaría la plata. Ahora, en cambio, cuando hay que hablar de justicia tributaria para los trabajadores, aparecen todos los reparos de “desfinanciamiento público”. En cuanto aparece en escena el cobrarle impuestos a la renta financiera, al juego o volver a colocarle retenciones a la minería, inmediatamente aparecen los que salen a decir que eso es “distorsionante” e incluso “irracional”.
Es que, en nuestro país, los más pobres son los que más pagan. La máxima recaudación se obtiene del impuesto más regresivo, el IVA, que pagamos todos, indefectiblemente, afectando proporcionalmente a los de menores ingresos. El impuesto a las ganancias, que tendría que ser el más progresivo, donde efectivamente los que más ganan sean los que más paguen, ha terminado distorsionado hasta el extremo que paga proporcionalmente más un asalariado que la empresa multinacional que lo contrató. Es hora de terminar con esto: el único paso real sería la eliminación absoluta del impuesto a las ganancias para todos los trabajadores bajo convenio y su reemplazo por otros tributos, donde estrictamente los que más ganan y los que poseen más riqueza sean los que los paguen.