Faltan apenas días para el recambio de autoridades más importante desde 2003. O, al menos, el de mayor impacto político por la doble derrota que le infringió el macrismo al peronismo en las dos contiendas que marcan el rumbo del país: la elección nacional y la de la provincia de Buenos Aires. Hasta aquí, lo conocido: por primera vez desde que la Ciudad de Buenos Aires es autónoma, tres dirigentes de un mismo partido conducirán las tres cajas ejecutivas más grandes del territorio. El 10 de diciembre marcará el comienzo del cambio. Y de cara al nuevo mapa, hay fuerzas y personas que se preparan para mandar y otras para resistir y/o buscar refugio tras haber disfrutado durante años de los beneficios y el calor del poder.
Los que se preparan para mandar
La reunión del martes con Cristina Kirchner, breve, protocolar, tensa, con sabor a nada para Mauricio Macri, aceleró la toma de decisiones del flamante presidente electo. En cuestión de horas confirmó un gabinete que se moverá bajo una misma impronta, más gerencial y ejecutiva que política, y que se formó con tres grandes grupos.
Primero quedó claro el conductor: si Marcos Peña, casi desde el anonimato, era quien mejor interpretaba los deseos de su jefe para la gestión, ahora el joven secretario general porteño asumirá un rol único, clave y poderoso. No solamente porque será el jefe de Gabinete, sino porque (al menos en los planes) será un verdadero coordinador de ministros, como alguna vez lo fue Alberto Fernández. Desde la salida de este funcionario, el kirchnerismo rotó el cargo entre peronistas que fueron más voceros que jefes de Gabinete: un joven Sergio Massa tras la crisis con el campo, dos veces el verborrágico pero piantavotos Aníbal Fernández, una el entusiasta y obediente Juan Manuel Abal Medina, y otra el gobernador Jorge Capitanich, que desdibujó hasta el ridículo una carrera que venía en ascenso.
Peña, quedó demostrado en la primera conferencia que dio Macri al otro día del triunfo en las urnas, es quien tiene en la cabeza lo que será la administración. O al menos, por lo que se vio en vivo, tiene hasta más respuestas que Macri.
Marcos Peña encabeza uno de los grupos que eligió el líder del Pro para su gabinete. Es el más voluminoso y lo integran los funcionarios que lo acompañaron desde la gestión porteña. Los más emblemáticos: Francisco Cabrera (Producción), Guillermo Dietrich (Transporte), Jorge Lemus (Salud), Esteban Bullrich (Eduación), Rogelio Frigerio (Interior), Hernán Lombardi (Medios Públicos), Carolina Stanley (Desarrollo Social), Andrés Ibarra (Modernización), Fernando de Andreis (Secretaría General) y Miguel de Godoy (Afsca).
El otro grupo es el de los aliados. Allí, acaso, la sorpresa más grande haya sido la designación de Patricia Bullrich en Seguridad. La Piba, que ya integró como ministra el gobierno de la Alianza, era número puesto para conducir el bloque del Pro, por su cintura política y experiencia en el Congreso. La confirmación de Bullrich abrió enseguida un par de incógnitas: por qué no fue allí Guillermo Montenegro, ministro del área en la Ciudad, y cuánta espalda tendrá la actual diputada para una de las sillas más calientes de la gestión.
Los otros aliados que tuvieron su premio fueron Ricardo Buryaile, de CRA, ligado al radicalismo y próximo ministro de Agricultura; más Oscar Aguad, Julio Martínez y José Cano, los tres de la UCR, con destino en Telecomunicaciones, Defensa y un área de infraestructura para el norte del país.
El tercer grupo, quizás el más importante por el escenario que deberán enfrentar, es el económico. Y se compone de empresarios y economistas muy ligados al mundo de los negocios. Aun cuando el área se haya dividido en seis pedazos, sin dudas la figura más relevante y donde estará puesta la mayor atención es Alfonso Prat-Gay, extitular del Banco Central con Eduardo Duhalde y en el comienzo de la era K y exaliado de Elisa Carrió. Este equipo también lo integran un ex-Shell, Juan José Aranguren, que irá a Energía, y Federico Sturzenegger, candidato al Banco Central, un ex-YPF y ex Banco Ciudad con polémico paso como economista de la Alianza durante el Megacanje. Todos fueron interpretados como gestos promercado.
El resto del gabinete lo integran algunos outsiders: desde Susana Malcorra, otra ejecutiva proveniente de las empresas que trabajaba en la ONU desde hacía años y será la nueva canciller; hasta Lino Barañao, el actual ministro de Ciencia y Tecnología, que seguirá en su puesto, en una medida que neutraliza, al menos en lo formal, las críticas contra Macri y su supuesta intención de desmantelar todo lo hecho por el kirchnerismo en el rubro.
Los que buscarán resistir y/o refugiarse
La derrota en la Nación, sumada a la de un mes atrás en la Provincia, dejó a gran parte del peronismo-kirchnerismo y aliados a la intemperie. El difundido problema del macrismo para ocupar miles de cargos en gestiones que dudaba si podía ganar es proporcional a la desesperación de quienes deben abandonar esos lugares. Una primera muestra de esa ansiedad la transmitieron, aun antes de las PASO, quienes decidieron seguir en su aventura a Florencio Randazzo y se quedaron al costado de los rieles cuando el ministro de Transporte decidió que era presidente o nada. Fue nada. Todavía hoy, en el PJ, algunos lo siguen sindicando como uno de los “verdugos” de la derrota. Creen que una candidatura suya en la provincia de Buenos Aires hubiese ordenado al kirchnerismo y al sciolismo y ahora todos estarían festejando. Posible pero incomprobable.
Dentro de los que seguirán en cargos, pero sin una referencia provincial y/o nacional adonde ir a apoyarse, uno de los movimientos incipientes más llamativos es la conformación de un grupo de intendentes jóvenes del PJ: lo integran, entre otros, Martín Insaurralde (Lomas), Juan Mussi (Berazategui), Mariano Cascallares (Almirante Brown) y Juan Zavaleta (Hurlingham). También los acompaña, ya no tan joven, Alejandro Granados (Ezeiza). Esperan, acaso como fue en su momento el Grupo de los 8 que comandaba el jefe comunal de Tigre, Sergio Massa, formar un polo nuevo ante el vacío que presenta hoy el PJ bonaerense. No solamente por la derrota del gobernador del distrito en la batalla nacional, sino por la caída del jefe del partido en Buenos Aires, Fernando Espinoza. El matancero ya envió señales de que no quiere correrse, pero no la tiene fácil: primero tendrá que dirimir su propia interna con Verónica Magario, su pareja política y sucesora.
En el PJ empiezan a cerrárseles algunas puertas a otros dirigentes bonaerenses. José Ottavis, jefe de La Cámpora en la Provincia y con lugares asegurados si ganaba Aníbal Fernández, está sintiendo el frío de la derrota. Tanto, que se preocupó por ubicar gente propia en el lejano municipio de Moreno, donde un delfín suyo, Walter Festa, destronó al desprestigiado barón del conurbano Mariano West. Antes que nada, mejor es un poco