En menos de un mes, la Provincia tendrá en ejercicio a su primer gobierno no peronista en 28 años. Esto significa un cambio en el eje del poder como no se ve desde hace décadas. El segundo presupuesto más abultado del país será administrado por la gobernadora electa, María Eugenia Vidal, sustentada por una coalición con radicales.
La primera consecuencia directa será que los intendentes bonaerenses peronistas (algo más de la mitad del total) iniciarán su acercamiento hacia donde pega el sol, para ponerse a resguardo del frío que muchos de ellos padecieron cuando Néstor y Cristina Kirchner los quisieron castigar. Esa fue la semilla que por entonces germinó el Grupo de los 8, liderado por Sergio Massa y prólogo de la liga de intendentes que luego cristalizó en el Frente Renovador.
“Nuestro gobernador electo no es Macri. Son dos cosas distintas y por eso Vidal sacó más votos que él en la Provincia. La gente la eligió a ella y no a él”, sostuvo Fernando Espinoza, intendente saliente de La Matanza, distrito que alberga al 15 por ciento de la población bonaerense. A pocos días de pasar al llano, el exprecandidato a vicegobernador envió un sorpresivo guiño a Vidal, aunque habrá que ver si su sucesora, Verónica Magario, seguirá en la misma línea amistosa.
Desde el vidalismo, ocupadísimo por estos días en conformar un gabinete y aceitar las relaciones con los jefes comunales (bajo un hermetismo total, requerido por Mauricio Macri hasta el balotaje), transmiten con inocultable placer que muchos barones del peronismo llamaron por teléfono para ponerse a disposición de la gobernadora electa.
Uno de los llamados que recibió la semana pasada fue el de Martín Insaurralde, reelecto en Lomas de Zamora (segundo municipio más importante del Conurbano). Algunos, con más desparpajo, hasta buscan reuniones. Fue el caso del también reelecto Luis Andreotti (San Fernando). El massista recibió en su despacho al vicegobernador electo, Daniel Salvador, vecino de ese municipio.
“En la responsabilidad de gobernar no hay signos políticos. Nos enorgullece que vamos a tener por primera vez en la historia un vicegobernador sanfernandino, le deseo la mayor de las suertes en su trabajo”, sostuvo Andreotti, en un gesto de civilidad política a contramano de la última década.
Pero el cisma político bonaerense no trajo aparejado solo armonía. En muchos municipios los intendentes quisieron emular a Nerón y comenzaron una retirada dañina y vergonzante. Merlo fue el mejor ejemplo, con el pase a planta permanente de miles de empleados, a lo que hay que sumar la ocupación de terrenos. Pero también hubo graves denuncias en Malvinas Argentinas, Quilmes y Moreno. Es el statu quo que reniega de la alternancia decidida por voluntad popular e intenta castigar al votante tirando del mantel, sin importar a quién ensucia.
“Cómo llaman los intendentes peronistas”, se lo escuchó comentar al jefe de campaña de Cambiemos, Emilio Monzó, durante una de las recorridas de Mauricio Macri por el interior. Muchos intendentes quieren acercarse porque huelen el fin de ciclo, que parecería un hecho consumado, de acuerdo con las primeras encuestas de cara al balotaje. Nación y Provincia en manos ajenas al peronismo es una ecuación que los obliga a buscar interlocutores que hablen, como Monzó, un mismo idioma.
El futuro de Julián. El presidente de la Cámara de Diputados se aproxima al Día D, en el que deberá abandonar su cargo. Incluso en caso de que ganara Scioli el balotaje, él abandonaría la línea de sucesión presidencial y pasaría a ser un ministro de la Nación.
Pero el probable triunfo de Cambiemos implica que Domínguez volverá al llano, al menos por el próximo bienio. “Domínguez va a ser la pata bonaerense de Urtubey, cuando el salteño empiece a despegar para lo nacional”, explica uno de los dirigentes opositores de mayor diálogo con el kirchnerismo. Los que avizoran una implosión del Frente para la Victoria por el triunfo de Mauricio Macri creen que el gobernador reelecto de Salta será, junto con Sergio Massa, uno de los líderes del peronismo que viene.
Cerca de Domínguez no desmienten ni ratifican. “Es posible. Ellos hablaron por teléfono hace unos días”, agregan desde el entorno del hombre de Chacabuco. La sintonía entre ambos dirigentes no solo es justicialista, sino también religiosa: los dos son católicos practicantes de buena relación con el Vaticano (incluso, el salteño impulsó la polémica educación religiosa obligatoria en la escuela pública de su provincia).
El diputado próximo a cumplir su mandato todavía no termina de digerir lo que los suyos dejan trascender por lo bajo: que Aníbal Fernández habría cometido fraude en el Correo y logró así ganar la primaria abierta, llevando luego a la derrota kirchnerista en la Provincia.
Desde agosto, se limitó a hacer campaña por Daniel Scioli, que le prometió un lugar en su gabinete, pero ante la posibilidad cierta de que el peronismo pierda a nivel nacional, muchos barones del PJ ya planifican su destino de cara a 2019. Entre ellos, Urtubey, que parece estar pensando en Domínguez para acercarse al masivo electorado bonaerense.