Harto de escuchar que las Comunas no le importan a nadie, decidí enumerar quiénes son esos Nadies. Sin mucho esfuerzo neuronal, el ranking lo encabezó la troika del PRO: Macri/ Rodríguez Larreta/Macchiavelli. Sin lugar a dudas, los principales responsables de que el proceso de descentralización en la Ciudad de Buenos Aires esté naufragando por goteo, día a día.
Macri no tiene la menor idea de qué se trata y menos para qué sirve un proceso de estas características. Seguramente, porque otro Nadie se lo explicó o por sus dificultades de entendimiento. En definitiva, el resultado es el mismo: lo que no se entiende o se desconoce no se aprecia ni quiere.
Siguiendo un orden jerárquico, Rodríguez Larreta sí sabe de qué se trata pero es enemigo de la descentralización. En su ambición por ocupar la jefatura de gobierno, toda su gestión gira en torno a ese proyecto. Un proceso a mediano plazo como éste no le sirve. Necesita de una tropa disciplinada y, al mismo tiempo, capitalizar hasta el mínimo hecho de gestión. No va a permitir que ningún presidente o un simple comunero tengan ambiciones de crecer como referentes territoriales a costa de “su” proyecto personal.
Por último, Macchiavelli. A este funcionario le tocó estar en la Secretaría de Gestión Comunal y Atención Ciudadana como podría haberle tocado en suerte cualquier otra área donde el único atributo fuese la confianza de su jefe.
Pero los Nadies no acaban solo en el PRO, aunque allí abundan. Son aquellos dirigentes sin dirigidos, son esos funcionarios de cargos eternos, son esos cuadros de roscas palaciegas. Es fácil reconocer a un Nadie: opina de política como si fuera un consultor o un analista, transita la política a la espera de una oportunidad e imagina grandes iniciativas que deberían llevar adelante otros.
La descentralización nunca está en la agenda política. Claro, es una política de estado a mediano plazo, silenciosa y de difícil capitalización electoral. A Nadie le importa. La convocatoria a elecciones de Juntas Comunales llevaba un retraso constitucional de nueve años hasta que intervino el Tribunal Superior de Justicia. Nadie lo creyó pero fue una acción de amparo la que obligó a la Legislatura y, posteriormente, al Ejecutivo a convocar a elecciones. Todos los Nadies pierden de vista dos datos importantes: el mandato constitucional y la construcción de legitimidad política.
Las comunas llegaron para quedarse, y estos casi tres frustrantes años me demostraron la necesidad que tiene la gente de una intermediación política. La visión liberal de que esto se resuelve con eficiencia y tecnología supone una población estática cuyas únicas inquietudes están relacionadas exclusivamente con la poda, la vereda y el bache.
Por más aplicaciones para smartphone o trámites on line que invente el GCBA, la existencia del comunero y su paulatino conocimiento por parte de lo/as vecino/as genera una demanda que va más allá del trámite o el reclamo. Esto despierta alguna inquietud entre los Nadies, y el propio macrismo, a través de sus inefables encuestas telefónicas, está midiendo a sus presidentes comunales.
Hoy, no somos muchos los que defendemos esta apuesta a futuro que son las Comunas. Es muy difícil hacerlo exclusivamente desde la oposición. La pelea es por la existencia misma. En un contexto donde el presupuesto lo resuelve y lo utiliza el Ejecutivo, las Juntas son ignoradas, la Secretaría Gestión Comunal y Atención Ciudadana retiene todos los resortes de la gestión y, al mismo tiempo, construye un modelo de Comunas estilo Pago Fácil.
Hasta no hace mucho, la gente seguía diciendo “CGP” o poniendo cara de enigma cuando se hablaba de las Juntas Comunales. De a poco, deja de ser extravagante decir que uno trabaja en una comuna o es comunero. Sin duda, la Ciudad necesita ser descentralizada y pensar este proceso como una necesaria reforma política que les dé legitimidad a las construcciones territoriales, para que estas, en sentido inverso, profundicen el modelo participativo que establece la Constitución porteña como pilar de nuestra democracia.