Macri, traicionado por su propia naturaleza

Macri, traicionado por su propia naturaleza


Naturalidad. Desde que asumió el Gobierno nacional, o más bien desde la campaña electoral, Mauricio Macri hace un esfuerzo denodado para mostrarse como un hombre común. Sabe que no lo es. Desde joven, cuando su padre Franco lo eligió como el heredero para manejar sus empresas, lleva una vida y comparte escenarios y personajes alejados de lo que cualquier argentino común puede imaginar para su realidad cotidiana. Para llegar a la Presidencia, a Macri lo convencieron de que debía parecer eso, un hombre común.

Apenas ganó el balotaje, el líder del Pro avisó que buscaría mantener un equilibrio familiar que, jura, lo ayuda a sobrellevar el estrés del poder. Eso implicaría, entre otras cosas, cortar la actividad laboral diaria entre las 20 y las 21. También el partido gobernante hizo trascender con ganas que fue su mujer, Juliana Awada, la responsable de decorar una cuasi abandonada Quinta de Olivos (¿síntomas de una Cristina desbordada por tener que volver al llano?), y que Antonia, la pequeña niña de ambos, es habitué con su minibici de los jardines de la residencia presidencial. Como cualquier familia.

Pero más allá de la construcción que la estrategia de comunicación planee para el Presidente e incluso dando por buena la intención de Macri de llevar una vida “normal”, son ciertas costumbres y relaciones históricas del Presidente las que parecen jugarle hoy una mala pasada.

Primero fue un episodio casi de tránsito que involucró a su ministro de Transporte, Guillermo Dietrich. El regreso de una actividad de gestión los convenció a ambos de que no había problemas en usar el helicóptero presidencial como remís aéreo. Y así fue que decidieron hacer un alto en el barrio lujoso donde vive el funcionario para no incomodar su traslado. ¿Hacía falta? El episodio, menor pero sintomático, fue registrado por varios medios. Por poco no se convirtió en escándalo.

Más cerca en el tiempo, el primer mandatario empañó la fructífera visita que hizo su colega Barack Obama a la Argentina con una debilidad de principiante político: decidió acompañarlo al sur argentino, pero mientras el estadounidense eligió alojarse en un hotel acorde a su investidura (el histórico y recuperado Llao Llao), Macri fue a parar a la estancia de un polémico empresario británico, Joe Lewis, dueño de un famoso club de fútbol de su país (el Tottenham) pero además cuestionado en la zona y acusado de apropiarse de caminos públicos y cerrarles el paso a pobladores autóctonos. Otra vez. ¿Hacía falta hospedarse ahí y hasta usar un helicóptero privado, como solía hacer Amado Boudou?

Acaso a Macri lo esté traicionando lo que en su equipo de comunicación buscan transmitir. Su naturalidad. La lógica del Presidente argentino seguramente está hoy más cerca de Lewis que de cualquier vecino de nuestro país.

También ese ADN y las relaciones que lleva casi desde que nació le están generando al Presidente sus mayores dolores de cabeza políticos. Antes de partir a la Cumbre Nuclear de Washington, donde mantendrá un segundo y trascendente encuentro con Obama, Macri debió convocar de urgencia a la Quinta de Olivos a la indomable Elisa Carrió. La líder de la Coalición Cívica viene pegándoles duro y parejo a dos hombres de confianza del líder del Pro. Su casi hermano Nicolás Caputo, empresario de uno de los holding con mejor suerte en licitaciones públicas y negocios privados, y Daniel Angelici, presidente de Boca y sindicalista binguero, acusado por la diputada chaqueña de ser el operador macrista en la Justicia.

Macri dejó en claro de qué lado está en lo que él ni considera una pelea. Ya dijo que Caputo, a quien conoce desde la primaria, podrá participar en las licitaciones públicas nacionales como uno más y hasta elogió su desempeño como empresario. También dejó en claro el valor que le concede a Angelici, como “viejo militante radical”, en la construcción y ampliación del Pro.

Carrió, se sabe, no es de amilanarse. Así como supo dar el portazo en un incipiente Unen para dar el paso inicial de Cambiemos, nadie puede garantizar que no haga un desplante en el oficialismo actual y deje una bomba activada con sus sospechas de corrupción.

El Presidente es consciente de al menos una parte de la situación y le concede a Carrió un trato casi privilegiado. Pero su naturaleza, que lo llevó a acceder al poder máximo de la Nación al lado de personajes como Lewis, Caputo o Angelici, puede chocar con esa imagen de hombre común que le encanta transmitir. Y esa contradicción afectará, sin dudas, otra construcción que la misma usina de ideas de Cambiemos se encargó de propagar: la promesa de que venía un Gobierno distinto.

Más columnas de opinión

Qué se dice del tema...