El miércoles de esta semana se dio media sanción al proyecto de ley de La Cámpora que haría -en caso de aprobarse en la Cámara de Senadores- del 7 de octubre, aniversario del nacimiento del padre Carlos Mugica, “el día de los valores villeros”. Como dije en su momento, cuando se anunció públicamente la iniciativa, se trata de una maniobra demagógica que naturaliza un problema grave, que es el de la exclusión social y las condiciones precarias de vida de una gran parte de la población. La Cámara de Diputados le dio el visto bueno a este mamarracho, a altas horas de la noche, en una jornada en la que fueron tratados más de cincuenta proyectos, con la abstención y ausencia de muchos diputados.
Para no explayarme sobre las mismas ideas que en su momento me inspiró este proyecto así como en las disparatadas declaraciones de Víctor Hugo Morales de hace algunas semanas sobre los supuestos beneficios de vivir en una villa, para no volver a decir que es lamentable que se quieran hacer pasar los valores universales de la “solidaridad”, la “generosidad”, “el optimismo” y otros, como valores de clase, para no reiterar, en definitiva, lo que no debería hacer falta reiterar, lo que debería ser obvio hasta para el más obtuso, prefiero remitir al lector a las ediciones correspondientes de esta columna y enfocarme en otra hipótesis, que desborda este proyecto de ley puntual. Sería así: el kirchnerismo, que tiene fecha de caducidad, ahora está actuando exclusivamente para pasar a la posteridad.
Las reformas del Código Civil y el Código Penal van en la misma línea. Se trata de iniciativas que tendrán efectos en un mediano plazo, que incidirán sobre futuras gestiones y que no hacen más que garantizarles un lugar en los libros de historia a sus autores. Es decir, ahora que el kirchnerismo está procesando su tiempo de retirada tanto de la gestión ejecutiva como de su fuerza parlamentaria, intenta sacar lo que puede del poder, y eso es -en su imaginario absurdo- dejarle a la ciudadanía el recuerdo de que fueron ellos los que hicieron reformas a la ley después de mucho tiempo en que no se hacían (aunque esperaron a último momento y las sacaron a las apuradas), que fueron ellos los que reivindicaron a los marginados (a pesar de que sostienen sus condiciones de marginalidad y las exaltan como si se trataran de valores heroicos).
No sé cómo les va a ir con la reforma a los códigos, pero con esta iniciativa me queda claro que el panorama no es muy bueno. Para ser claro, “el día de los valores villeros” es una iniciativa destinada a la intrascendencia. O bien porque -como es mi más sincero deseo- el próximo gobierno trabajará para que no haya más exclusión que reivindicar, o bien porque la situación se va a agravar tanto que estos gestos demagógicos no van a convencer ya a ningún incauto.
El problema de las villas es muy serio y da lástima ver que el Congreso le da vía libre a los delirios falaces de estos “nenes bien” que juegan a los héroes en el barro, pero que descansan muy bien en sus cómodas casas, que no son para nada “humildes” (léase, para nada “villeras”).
Resta ver si el Senado legitima este disparate o lo devuelve a Diputados. Cualquiera de las dos alternativas es más de lo que el proyecto merece. Pero yo, que sin ser villero me considero muy “optimista”, estoy convencido de que la mentira tiene patas cortas y que estos tipos no van a llegar muy lejos cuando se quieran llevar con ellos la posteridad que no se merecen.