La concepción de la política como “continuación de la guerra por otros medios” y viceversa, continúa vigente. Muchos todavía piensan como von Clausewitz, aunque se saquen la foto con el Papa.
La concepción de la política como “continuación de la guerra por otros medios” y viceversa, continúa vigente. Muchos todavía piensan como von Clausewitz, aunque se saquen la foto con el Papa.
Se los reconoce por el lenguaje: luchar, combatir, no negociar. Otras son las palabras de la política democrática: proyectar, concertar, construir.
Hubo etapas en que la lucha fue necesaria, del otro lado había dictadura. Benedetti resumió: fue “un amargo deber”. Hoy la etapa y sus deberes son otros. Por eso la insistencia en la confrontación continua no permite desarrollar el campo de fuerzas de las mayorías que se requiere para construir la democracia sana y justa que nos merecemos.
Para construir hay que conocer la realidad con datos ciertos. Primer problema: ¿dónde están los datos ciertos? o no hay suficientes o no se elaboran o se ocultan o se adulteran.
Un arquitecto primero estudia el suelo, la orientación del sol y los vientos, el contexto urbano y humano, analiza las normas y la tecnología disponible, y luego diseña, consulta, mide costos y tiempos, reflexiona y define un plan para conducir los equipos de ejecución y supervisión. Siempre partiendo de la realidad y del proyecto para transformarla.
Quienes hacen ciencia no se dedican a denostar a sus antecesores, sino a aprender de sus aciertos y errores y gracias a ese desarrollo por acumulación e integración de saberes y experiencias, la ciencia se supera a sí misma en forma continua.
Cuando era motonauta Scioli quería el mejor motor, el mejor equipo, el mayor entrenamiento y la mejor información, porque nadie honesto -en el deporte- llega a campeón torpedeando a los rivales.
Los músicos comparten partituras, cada uno con su instrumento y su propio estilo musical. Ninguno piensa en desafinar el instrumento de otro para ser el mejor de la orquesta.
Si se adoptaran los criterios de la ciencia, el deporte, el arte o la arquitectura para el ejercicio de la política, (archivando a los maestros de la guerra) bien podríamos construir un nuevo estilo social e institucional, lejos de los improperios, los desprecios, las difamaciones o la banalidad de los tweets.
No renunciemos a soñar con un tiempo nuevo y mejor. Hace veinte años se sancionó la reforma constitucional y logramos mejor democracia con derechos humanos. Proyectado y realizado durante un gobierno que supo pactar con su oposición. Antes, el “amargo deber” se había llevado a muchos compañeros. Hoy la sociedad piensa en la próxima etapa y está atenta a la política. No hace falta torpedear rivales ni deshacer lo bien logrado. Al contrario: hagamos balance justo para seguir adelante.