El Pro tiene un karma y se llama Provincia. Más concretamente la de Buenos Aires. Fue en ese territorio donde el submarino amarillo perdió su personería jurídica como partido al no presentarse y deberá usar en 2015 el sello Unión por Todos de Patricia Bullrich o cualquier otro, pero no el suyo. Fue allí también donde, después de varias idas y venidas, Gabriela Michetti le pegó el portazo a Mauricio Macri en 2013 y se negó a competir. Solo quedó resto para meter a “Primo Jorge” y unos pocos diputados colgados en la lista del ganador de aquella ocasión, Sergio Massa. Luego llegó el verano de la turbulencia hasta bien entrado el corriente año, en el que nadie se ponía de acuerdo y todo se peleaba, desde la conducción hasta la plata. Con vencedores y vencidos, la batalla se saldó y se ordenó la tropa. Emilio Monzó asumió plenamente la responsabilidad y María Eugenia Vidal redobló su rutina de caminar la extensa provincia. Jorge Macri se bajó a tiempo de una aventura china, sin poner en riesgo su condición de mandamás del privilegiado distrito de Vicente López.
De todos modos, y dada la resurrección de la candidatura presidencial del ingeniero tras las elecciones de medio término, el tema Provincia volvió a ser centro del debate en el cuartel amarillo dada la dificultad del desafío. Por estos días ha recrudecido una estrategia de instalación de la figura de Macri y sobre todo de Vidal en las redes sociales, la plataforma preferida de Marcos Peña y Cía. De este modo y hasta fin de año buscarán escalar los números que actualmente ostentan en Buenos Aires. Que crecieron lentamente pero no lo suficiente para situar a Mauricio en la segunda vuelta a nivel nacional.
Hay cuatro instancias a tener en cuenta en la producción del número a obtener, que necesariamente deberá superar los 22 puntos. Ellos son: imagen positiva, intención de voto, cantidad de votos positivos conseguidos en las urnas y cantidad de votos en el recuento final de cada colegio. Salvedad: estas dos últimas postales deberían ser idénticas si el andamiaje de fiscalización propio estuviera aceitado al nivel de sus rivales. Pero allí radica una de las falencias del Pro. No logra aún confiabilidad en algunos sectores del segundo y tercer cordón del Conurbano y tampoco en algunos pueblos o ciudades pequeñas del interior bonaerense. Peligro.
El otro problema –conexo con el anterior– es el de los planes sociales que poseen los votantes de la Provincia. Según datos fiables de 2012, 4.250.000 acceden al menos a uno de los 110 planes que despliegan la Nación y la Provincia en su territorio. Los dos ministerios de Desarrollo Social, los dos ministerios de Trabajo, la Anses, el Ministerio de Planificación Federal, el de Economía de Nación y el Instituto de la Vivienda y el de Previsión Social de la Provincia, junto a la Dirección de Escuelas y Cultura completan el rubro de “asistencialistas”. Por cuerda separada se estima que hay más de un millón de asignaciones universales por hijo en Provincia, y si bien estas no alcanzan a votantes influyen en el panorama asistencial.
Si se tiene en cuenta que la Provincia tiene un nivel de votantes de doce millones de electores, y si los datos de 2012 no hubieran aumentado hasta el presente, más de la tercera parte de los votantes tendrían planes de asistencia social. Si uno diera por bueno que esos votos son K o filo K en su mayoría, volcados mayoritariamente a Scioli o a Massa, entre todos los demás (Scioli y Massa incluidos) deberían disputarse los casi ocho millones que restan. Allí entran los votos de Unen, la izquierda en todas sus variantes, Macri, Scioli y Massa. Para sacar a flote su candidatura nacional, Macri debería aplastar en ese segmento a todo el resto de los competidores y así obtener un 25 por ciento del 66 que resta en juego para todos. Misión más que ardua e imposible por ahora.
No se pretende hacer juicio de valor sobre la efectividad, necesidad o legitimidad de los planes. Eso será en otra entrega. Lo que se analiza ahora son los fríos números a los que se enfrenta el desafío del Pro en una provincia muy peronista en el sentido más amplio en la que, cuando compitieron Menem, Kirchner y Rodríguez Saá, entre los tres sacaron casi el 80 por ciento de los votos.
Hay una sola manera de terminar esta opinión. O el macrismo se propone de algún modo alcanzar una porción de los votos “planificados”, o la posibilidad de que el próximo presidente sea Macri será nula. La actual estrategia no alcanza, no por mala sino por insuficiente. Hay que bajar al barro, llegar al puntero, que es el Estado ausente en esas zonas, conocerlo y hasta confrontarlo, pero no ignorarlo. Allí hay que estar y, además, poner lo que hay que poner si uno quiere llegar a Balcarce 50. La paradoja es que lo nuevo que proponen para la gente también llega desde lo que resulta viejo para algunos en el Pro. Todo suma.