En Rio Negro, al peronismo le faltó capacidad para construir un triunfo. Esta frustración no se resuelve disparando contra el candidato a gobernador, quien sin duda era el que más quería ganar, cual si fuera la única causa. Existe un PJ sin debate y sin voces desde abajo que sean escuchadas. Pero lo más grave es que hoy el peronismo carece de representatividad social. No expresa intereses económicos, laborales, culturales, regionales. No es el representante objetivo de reclamos válidos de los rionegrinos. Y cuando no se representan demandas, reivindicaciones y deseos, los pueblos votan a quienes creen que lo hacen mejor.
Permitir que dirigentes y candidatos hagan lo que desean es culpa de ellos pero también de quienes no lo impiden. En estos meses de campaña intentamos en varias ocasiones acercan nuestra mirada, volcar experiencias y aportar ideas. No pudimos. No hubo respuesta a eso. No les interesó. Otros aceptaron la infalibilidad de un candidato. Y nadie, ni siquiera el Papa, es infalible.
No es la personalidad de algún candidato lo que deba cuestionarse. Martín Soria tiene la suya y es tan válida como las de otros candidatos anteriores que también perdieron. Y agrega un nombre importante en el imaginario rionegrino y una excelente administración de su municipio. Para nada era un mal candidato. Entonces no es ahí donde caben los errores, sino en su manejo en unicato de la campaña, en la ausencia de propuestas que interesen a los rionegrinos y la insistencia judicial en un tema que solo beneficiaba a los rivales (si quedaba AW era un candidato potente y si lo impugnaban se quedaba con la bandera federal y anti centralista y la consigna, no importa su veracidad, de la proscripción). Era todo pérdida. Esa soledad de decisiones armó una lista legislativa con escaso rigor político y territorial. Algunos nombres no fueron testeados en la dimensión de simpatía que podían tener en sus pueblos y en otros casos como el Valle Inferior, se ofendió gratuitamente al peronismo. La elección de la candidata a vice, no hizo más que ahondar el mismo déficit de sentido común que el de 2015. Ese verdadero síndrome del error, lo criticamos en ese 2015 como lo hicimos ahora. Las cumbres y las alturas tal vez impiden escuchar voces críticas.
No es serio reprochar creyendo que todo lo malo se sintetiza en nombres, porque los nombres cambian y el peronismo no gana. Sí se puede probar modificando el universo que nos contiene, y mejorarlo. No hay debate posible en medio de odios y descalificaciones. El peronismo debe construir un mundo interno de voces diversas que vayan saldando posiciones con madurez y respeto. Acabamos de comprobar que puteando compañeros, y puteando en general, no se gana.
Como propuesta seria útil organizar en cada localidad el debate sobre la derrota pero más importante sobre qué y cómo piensan los compañeros que se debe cimentar un peronismo de mayorías. Probemos con escuchar la mayor cantidad de voces de los que no van a los congresos partidarios ni son la “elite” de cada pueblo.
Y tal vez, sea importante intentar un cambio de cultura interna donde respetemos opiniones de otros compañeros, así piensen en las antípodas nuestras. Ya se abusó mucho de llamar traidores a los que tienen otra mirada política. Sumar es conseguir más voluntades, para dos objetivos. Uno cercano que es lograr que el actual modelo de gobierno nacional de bajísima calidad institucional, ineptitud y preferencia por los negocios de los más poderosos, termine y se vaya el 10 de diciembre. Y el segundo objetivo, lejano pero necesario es sumar para que nuestro peronismo provincial tenga chances en 2023. Parece un chiste hablar de esto cuando apenas terminó una elección. Pero si no comenzamos ahora, después siempre es tarde.
“Tengo mi verdad relativa – dijo Néstor Kirchner – y para que sea válida debo juntarla con otras verdades relativas”