En torno a la crisis política en el hermano Estado Plurinacional de Bolivia quiero subrayar dos aspectos: la necesidad de una mirada completa, en primer lugar, y, en segundo, resaltar nuestra responsabilidad institucional.
No podemos tener una mirada focalizada en una sola imagen, eso es un error que se comete debido a la simpatía que legítimamente se puede tener con algunos de los sectores de la vida pública boliviana.
Son innegables los progresos del pueblo boliviano durante la gestión de Evo Morales, pero también debemos remarcar que su gobierno forzó hasta el límite las leyes y la constitución con el objetivo de perpetuarse en el poder.
En este punto parece importante destacar el nuevo militarismo en la región. ¿A qué llamamos nuevo militarismo? A la incorporación de las fuerzas armadas como parte de un proyecto político partidario con el propósito de garantizar a determinados actores políticos la permanencia en el poder.
El Nuevo Militarismo tiene su paradigma principal en el Ejercito Bolivariano de Venezuela, ejército que participa
como principal sostén político del gobierno de Nicolás Maduro. No hace falta hacer referencia a las incontables
violaciones a los DDHH de este régimen porque sólo me basta citar el informe de Michelle Bachelet donde se documentan más de 7000 muertes de manifestantes políticos en el transcurso del último año. En la Argentina tuvimos un intento reciente de ideologizar el ejército a través del General Milani durante la segunda presidencia de Cristina Kirchner, pero por suerte no tuvo éxito.
En Bolivia, Evo Morales había empezado un proceso similar de militarización de su proyecto político a través del General Williams Kaliman, quien se refería al presidente boliviano como su “hermano”, quien calificaba a los opositores de “antipatria” y que se manifestaba como parte del “proceso de cambio” llevado adelante por el Movimiento al Socialismo.
Nosotros nos oponemos firmemente a este Nuevo Militarismo en América Latina porque creemos que está probado que cuando se le da participación en la vida política a los militares, nuestra democracia corre peligro porque se integra a un actor que desnivela de una manera decisiva por usufructo de las armas que les delega el pueblo.
Entonces, no solo no compartimos una mirada parcial, además creemos que para que vuelva la paz a Bolivia no ayudamos en nada tomando partido en este conflicto. Nuestra responsabilidad es con el pueblo boliviano, el cual necesita elegir sus autoridades a través de elecciones limpias y transparentes.
Para ello, instamos a la colaboración de los organismos internacionales que están comprometidos con la democracia en la región. La semana pasada sesionó el Parlamento Europeo que debatió si se condenaba o no el golpe en Bolivia. Había 383 parlamentarios representando a todos los sectores políticos de los cuales, apenas 41 votaron positivamente admitiendo la existencia puntual de un golpe de Estado, mientras que 88 se abstuvieron de emitir o no condena y 234 dijeron no se condene, no se trata de un golpe. Es que el Parlamento Europeo decidió que su principal responsabilidad es colaborar con el pueblo boliviano para la realización, lo más pronto posible, de elecciones libres y transparentes y es muy difícil colaborar en ese proceso si se toma partido en este conflicto institucional.