Tarifas bajas, subsidios altos: la fórmula de quedarse sin gas

Tarifas bajas, subsidios altos: la fórmula de quedarse sin gas


Sincerar las tarifas es una necesidad si queremos volver a ser un país con autoabastecimiento energético. Sin embargo, el tope a los aumentos de gas, de un 400% para los hogares y 500% para los comercios fue un acierto tan importante como la decisión de implementar la Tarifa Social. Un gobierno que reflexiona sobre sus propios pasos muestra la inteligencia de no estar dispuesto a sostener arrogantemente medidas destructivas, como fueron el cepo o el congelamiento de las tarifas del gas y la electricidad.

Vale la pena tener una mirada amplia para analizar este tema: Argentina tiene tarifas de las más bajas y subsidios de los más altos del mundo. Un informe recientemente publicado por el Centro de Estudios de la Regulación Económica de los Servicios Públicos indica que, aún con el nuevo esquema, un hogar en la Ciudad de Buenos Aires paga tarifas 3,5 veces más bajas que en Chile, 5,5 veces menor que en Uruguay y casi 6 veces menor que en Brasil. También se observan estas diferencias a nivel global, por ejemplo, en Alemania las tarifas son 5 ó 7 veces mayores que en nuestro país para los hogares y las industrias pyme, respectivamente.

Argentina es el país de Latinoamérica que más subsidios por habitante destina para el consumo de gas. Cada argentino aporta 211 dólares de sus impuestos a la producción de gas natural, cifra sólo superada por Venezuela o Trinidad y Tobago. Para tener una idea, cada uruguayo aporta solamente 2 dólares a subsidiar el consumo de gas y cada chileno 25 dólares.

Nuestro país se convirtió en exportador de gas luego del descubrimiento del yacimiento Loma de la Lata en Neuquén, que tuvo lugar en el año 1977. Este bloque gasífero, ubicado a 95 km de la capital de esa provincia, permitió a YPF exportar gas a otros países de la región como Chile y Brasil.

Tres décadas después, dejamos de ser exportadores para transformarnos en importadores, en términos netos. Fue en el año 2008 cuando se terminó la Argentina exportadora de gas: las importaciones superaron a las exportaciones en un 43% (fuente IAPG). ¿La causa? Nadie invierte en producir energía bajo un esquema de tarifas congeladas, ya que las inversiones se recuperan muy a largo plazo. La última actualización tarifaria había sido en 1999.

Si bien la producción de gas natural cayó un 19,5% en la última década por la falta de inversiones en el sector, el consumo aumentó. Pero a diferencia de lo que se suele pensar, el mayor incremento en el consumo no lo tuvo la industria que sólo fue del 11% -entre 2005 y 2015- sino los usuarios residenciales (un 37%).

La consecuencia de la caída de la oferta de gas natural es un precio más alto, tal como sucede con cualquier otra mercancía. En este sentido, es muy relevante no confundir el precio del gas con la tarifa que pagan las personas por consumirlo.

Primero, tarifas baratas implican subsidios elevados. Segundo ¿quiénes pagan el verdadero costo del gas? La respuesta es que o sale del bolsillo de los usuarios o sale de los sectores bajos.

Sucede que Argentina tiene históricamente una estructura tributaria regresiva, por la cual los pobres pagan más impuestos que los ricos en proporción a sus ingresos. En este contexto, el congelamiento tarifario provocó una gran distorsión geográfica perjudicando a las provincias en relación al AMBA; pero también una mala redistribución del ingreso ya que la mitad de los subsidios los recibía el tercio más rico de la población.

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