El modelo de gestión de enviar los residuos sólidos urbanos mezclados a enterrar en un “relleno sanitario” simplemente es equivocado. Los residuos orgánicos e inorgánicos que generamos en nuestros hogares son recursos naturales que ya tuvieron en su producción y fabricación impactos ambientales como generación de gases de efecto invernadero, además del consumo de agua y energía. Argentina quedó atrasada, en cuanto al tratamiento de la basura, unos 30 años en comparación con lo que se practica en Europa, Asia y Norteamérica.
En este contexto, la empresa estatal Coordinación Ecológica Área Metropolitana Sociedad del Estado (CEAMSE) anunció en enero pasado, que en cinco años colapsará su relleno sanitario y no se podrá enterrar más la basura que genera el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), que abarca a 42 municipios y la Ciudad, es decir, un estimado de 15 millones de personas que producen 18.500 toneladas de residuos por día. Ante esto, las autoridades comenzaron a estudiar nuevas tecnologías para anticiparse al problema y una de las opciones es desarrollar el sistema de termovaloración.
Las plantas de termovalorización son prácticamente plantas termoeléctricas que en lugar de quemar combustibles fósiles aprovechan el poder calorífico de los residuos mediante una combustión controlada (en un sistema cerrado) en donde las emisiones se tratan químicamente.
Se utilizan filtros de mangas para la separación de sólidos del gas de combustión, eliminando los productos de las reacciones y partículas suspendidas. Las cenizas que son captadas en los filtros de mangas y las impurezas que se generan en el proceso son manejadas de acuerdo a la normativa ambiental vigente.
La temperatura de combustión es superior a los 850 grados Celsius por más de 2 segundos, evita la formación de sustancias químicas tóxicas. La caldera utiliza este calor para evaporar agua y el vapor a su vez se utiliza para mover una turbina y generar energía eléctrica. Posteriormente es enfriado mediante una condensación por aire y permite que se recicle el agua.
Estas plantas cuentan con un sistema de medición continua de emisiones por línea y miden en tiempo real la concentración de los componentes de los gases de combustión en cada chimenea. Incluyen sistemas de procesamiento de datos que pueden ser transmitidos “on line” y de forma transparente para la autoridad ambiental y público en general. Las sustancias químicas tóxicas y metales pesados son muestreados periódicamente y operan bajo sistemas que cumplen con los estándares de calidad más avanzados del mundo.
Esta tecnología es ampliamente utilizada en Japón, con 210 plantas, Alemania con 99 plantas, Francia con 126 plantas, resto de Europa y Rusia con 276 plantas, China con 225 plantas, resto de Asia con 62 plantas y Estados Unidos de Norteamérica donde operan 99 plantas de Termovalorización o Waste to Energy (WTE) valorizando 240 millones de toneladas anuales de residuos no reciclables para producir energía eléctrica.
No existe ningún estudio epidemiológico que relacione estas plantas con daños a la salud por las sustancias químicas tóxicas, ya que son mínimas. Los vehículos diésel, camiones, colectivos, camionetas, locomotoras y hasta las parrillas a carbón tan tradicionales en el país, generan más toxinas que dichas plantas.
Ahora sí podremos hablar de basura cero, no porque en el futuro dejaremos de generar residuos, sino porque con esta nueva metodología podremos abandonar la antigua costumbre de enterrarlos. De esta manera entraremos al método de la “economía circular” que no es otra cosa que el reaprovechamiento de todos los residuos que generamos en casa. Los países que usan termovalorizacion incrementan su reciclaje de otros residuos urbanos. En Argentina es positivo abrirnos al análisis de los aportes que la ciencia y la tecnología nos brindan para mejorar la calidad de vida. Lo importante es no demorar más.