La tarde del lunes transcurría apacible en la Ciudad de Buenos Aires y el sol acariciaba a los concurrentes de los bares al aire libre como el de Figueroa Alcorta al 3300 donde las mesas distanciadas y pobladas no permitían imaginar que los demonios de la Locura, Crueldad y la Ignorancia preparaban la Tormenta Perfecta.
Minutos antes de las 16 hs un extraño personaje se apersonó a escasos cientos de metros del lugar, en la Guardia del Cuerpo de Policía Montada de la PFA, increpando y amenazando de muerte a los efectivos que se encontraban en el lugar para después dirigirse a lo que sería el lugar de la tragedia.
El olfato policial y la presunción de que el orate podía constituir un riesgo para sí o peor aún para terceros, llevo al Oficial Inspector Roldán, de servicio en ese momento, a seguirlo con otro efectivo del Cuerpo a los que se unió otro más de la Policía de la Ciudad.
En la esquina frente al MALBA Rodrigo Roza enfrentó desafiante a los policías y al grito de “’ a ver a quién me llevo primero’” sacó una cuchilla de grandes dimensiones de una mochila y arremetió a matar.
Los policías retrocedieron para evitar ser alcanzados por el filo al tiempo que intentaban disuadirlo, pero todo fue en vano, y el Inspector Roldán terminó apuñalado mortalmente en el pecho al tiempo que disparaba su pistola reglamentaria a las piernas del querulante en un vano intento de detenerlo .
Ambos, agresor y agredido caen al suelo y el resto de los policías acciona para controlar la escena.
Mientras la conciencia se desvanecía lentamente Roldán quizás recordaba un episodio similar ocurrido a un camarada suyo por el cual éste, al patear a un delincuente con un cuchillo y caer malamente al suelo, terminó procesado por Homicidio.
Atrás quedaron las Reglas de Tueller usadas en las policías del Mundo que establecen que a menos de siete metros se impone neutralizar a un atacante de este tipo pues si no peligra la propia vida, y adelante el fantasma del Oficial Chocobar y su periplo de angustia hoy presente.
Los segundos necesarios para la reacción no fueron suficientes por la distancia y velocidad del ataque, y ya “’crucificado’’, recibió el lanzazo en el costado de una mujer que lo increpaba en su postrera agonía.
Prisión o Muerte, fue la oferta recibida de los tres demonios que lo acecharon, la Locura de Roza, la Crueldad de quien yacente lo insultó, y la Ignorancia de quien dispuso reglas de casi imposible cumplimiento en un hecho de estas características dejando de lado los Protocolos que sí las contemplaban.
Lo que no pudieron fue arrebatarle el Honor y la Gloria, de quien ahora nos protegerá desde el Cielo.
Por Luis Vicat, abogado, Lic. en Seguridad, Comisario Inspector