La comparación, acaso extemporánea, no deja de ser curiosa. La incipiente interna entre Daniel Scioli y Sergio Massa puede espejarse con aquella que en los 80 libraron Antonio Cafiero y Carlos Menem. El orden de los nombres es adrede. Según el análisis de un consultor político, el gobernador de la provincia de Buenos Aires representaría hoy en el mundo peronista lo que hace más de 20 años resumía el histórico caudillo bonaerense. Mientras que el intendente de Tigre sería la versión moderna y sin patillas del riojano.
¿Qué vincula a unos con otros, según este razonamiento? Scioli, como Cafiero, representaría la opción del establishment del partido, los pisos altos de la estructura. Massa, en cambio, como Menem, arrancaría como un fenómeno más impreciso para la época, algo que aparenta a nuevo; lo anticultural. Además del nivel del cargo que ocupan, uno gobernador de la provincia más importante del país y el otro intendente del décimo partido del conurbano en población, ambos se diferencian en la manera de colectar soldados para la pelea. Mientras el gesto más contundente de Scioli en este sentido fue una reunión de gobernadores del PJ en Corrientes, Massa levanta con su medio mundo lo que su propio suegro, el exmenemista Fernando Galmarini, sintetizó como “lo que venga”.
La definición antirrepublicana, curiosamente, no despertó hasta ahora ninguna reacción en el sciolismo. O sí, pero en sentido inverso. Un ministro bonaerense se sinceró: “Si cuestionamos esto, sale a contestarnos el mozo de Massa y no sabríamos qué decir”. Según el funcionario, el armado del gobernador también tiene mucho de “lo que venga”. Como casi todo el peronismo. Por eso, a priori, no habrá que esperar dardos desde La Plata en este sentido.
Los que sí salieron a revolear el test de pureza fueron algunos kirchneristas desmemoriados. Lo hicieron luego de que el excarapintada Aldo Rico confesara por TV cierta simpatía con el ganador de la primaria bonaerense. Olvidaron, seguramente, que uno de los últimos destellos públicos del exintendente de San Miguel había sido una foto junto al ultra-K Carlos Kunkel.
Más allá de la contradicción, la reacción ayuda a entender cómo se va desgajando el kirchner-cristinismo. La depuración apunta a cerrarse en el núcleo rígido, ese que intelectualmente interpretan solo Cristina y su secretario Carlos Zannini. Ellos sí condenan el “lo que venga”, aunque hayan abusado de la herramienta. El repliegue es ideológico pero también práctico: armar un bloque férreo para sobrevivir en el descampado. Más allá de que en el imaginario político ni Scioli ni Massa transmitirían una amenaza revisionista, el temor al paseo por los Tribunales late. Si no, que lo diga Amado Boudou, hoy concentrado en garantizarse un futuro sin rejas por delante. Otra vez el ejemplo de Menem, pero en negativo: con 83 años, y aun como aliado K, el expresidente sigue dando explicaciones a la Justicia.
Nada de esto, claro, pasa hoy por la cabeza del ascendente Massa, quien por las dudas avisó: para las recorridas de campaña que vienen no quiere nada que recuerde al “Menemóvil” y su “caravana de la esperanza”. Más allá del vehículo, sus laderos también están preocupados por los pasajeros. Por ahora, le creen al chofer. “Había necesidad de sumar, sobre todo al principio. Pensá que hasta 48 horas antes de que cierren las listas, el Gobierno pensaba que él no se presentaba. Y hubo que armar en corto tiempo en lugares donde no tenías nada”, justifica un massista esta tendencia del jefe del espacio a sumar por izquierda y derecha. Según su óptica, y esperanza, el mapa se irá depurando de acá a 2015.
Hay preocupación, sobre todo en distritos donde el Frente Renovador hizo una elección regular o mala en agosto. Lo atribuyen, justamente, a algunos referentes no demasiado “presentables”. Citan el caso de Sergio Villordo, un desgastado exintendente de Quilmes que comandó la lista renovadora que perdió con el Frente para la Victoria. También en Bahía Blanca habría pasado algo similar: allí el massismo quedó tercero.
Estos nombres no se condicen, entienden algunos, con el cuidado que tuvo Massa para conformar la lista de diputados nacionales, con personajes heterogéneos como la periodista Mirta Tundis, el exlilito Adrián Pérez, el intendente Darío Giustozzi, el empresario José de Mendiguren y hasta el actor Fabián Gianola. La idea de este grupo original –que suma también otros intendentes, algún ex-K como Daniel Arroyo o al diputado Eduardo Amadeo– es, justamente, reforzar el concepto del Frente Renovador más puro. “Que esa sea la centralidad”, piden. “Entendemos que Massa está en un juego de ajedrez robándole fichas al enemigo, que es Scioli, pero estamos tranquilos. No hay grandes incorporaciones y las señales que da Sergio, contra la re-reelección indefinida de los intendentes, por ejemplo, son buenas”, insisten.
Después del acercamiento de personajes con largo y zigzagueante recorrido, como Rubén Ledesma (exkirchnerista y exdenarvaísta) o la hermana de Alejandro Granados (el flamante ministro de Seguridad sciolista), la alarma sonó cuando el ex carapintada Aldo Rico salió a elogiar al ganador de las primarias bonaerenses. “Ahí Massa aclaró que no había hablado con él y lo mandó a Mario Meoni a despegarse. Fue una operación del Gobierno”, agrega un massista, quien confía también en la promesa del intendente de no sumar formalmente al líder camionero Hugo Moyano después de octubre. De todos modos, reconoce que, por ahora, los únicos límites claros son “Moreno y La Cámpora”.
Como aquel Menem de patillas, Massa abrió el medio mundo. Y a los que dudan de su armado les pide que lo sigan. ¿No los va a defraudar?