Algunos personajes se rasgan las vestiduras al ver a los candidatos ocupando un lugar en el programa de Tinelli. No me parece grave el espacio que en nuestra sociedad ocupa la farándula, sin embargo es grave la ausencia de un espacio de prestigio que convoque al pensamiento y a la Academia, al debate de ideas; ése espacio que deberían ocupar los partidos políticos. Sin prestigio ni partido, la vigencia del circo termina siendo la única imagen visible.
Entre Carta Abierta y Alberto Samid hacen del peronismo un recuerdo vacío de contenido. La Presidenta nunca se ocupó de leer o tratar de entender a Perón y a la causa cuyo nombre arrastran. El peronismo fue tributario de un pensamiento demasiado importante como para terminar siendo explicado por aburridos discípulos de Marx. El mismo ministro de Economía Axel Kicillof es la expresión de una supuesta ideología que nada tiene que ver con nuestra historia. Menem buscó refugio en los viejos liberales ajustadores y, de esa crisis, nos sacaron los ministros y economistas formados en la escuela peronista. En ese rumbo pienso que junto a Sergio Massa está el mejor equipo económico que tiene la política. Son los mismos que acompañaron el buen tiempo del gobierno de Néstor Kirchner; ese tiempo que se agotó cuando la Presidenta se dedicó a jugar con la vieja izquierda que nunca entendió demasiado lo que pasa en la sociedad.
Néstor sabía jugar con la izquierda y los Derechos Humanos sin darles un lugar importante en el Estado. La Presidenta inició un proceso donde ese sector intenta convertirse en esencial al kirchnerismo, con la pretensión de consolidarse como un pensamiento permanente. La absurda idea de que el kirchnerismo es una etapa superior del peronismo no choca contra la supuesta derecha, confronta con la cordura.
Sostengo que el kirchnerismo fue un pragmatismo feudal acostumbrado a la impunidad que encontró a la sociedad en un momento de extrema debilidad después que Menem había dejado a la democracia al borde de la disolución y la Alianza expresó absoluta impotencia para salir de la crisis. Néstor Kirchner cabalga sobre la política económica peronista que surge con Duhalde y luego se imagina capaz de manejar hasta la misma economía sin Ministro. Le ofrece un espacio en el Estado a los Derechos Humanos y luego a los viejos restos marxistas e izquierdistas no valorados por nadie a excepción de los estudiantes universitarios. No les ofreció pensar un futuro, únicamente permite ocupar un espacio a cambio de justificar al kirchnerismo como si fuera un pensamiento coherente. Quien tenía todo el poder le ofrece un espacio a los que creían tener todas las ideas, nadie influye sobre el otro, tan sólo se asocian para defenderse mutuamente y son complices en la expoliación del estado.
Entre los aburridos teóricos del Partido Comunista que pretenden explicar el rumbo de la humanidad, las cadenas oficiales que nos apabullan con mensajes sin contenido ni logros que valga la pena divulgar y los leales que transitan el “Bailando…”, el kirchnerismo termina siendo peronista porque ésa era la pertenencia de Discepolín al escribir su tango “Cambalache”.
Ahora Randazzo se apoya en Carta Abierta, un grupo de supuestos pensadores que nunca entendieron a Perón y por eso se volvieron kirchneristas; o bien, Scioli que elige a Samid como su cara visible, termina siendo la imagen del peronista que tiene la mayoría de los verdaderos gorilas. No estoy criticando a Samid sino a la manera cómo lo usan para deformar un pensamiento político que fue la causa de un pueblo y de miles de militantes. El peronismo puede contener a todos los que ven la vida como Samid, pero Samid no puede convertirse en la expresión pública del peronismo ni Scioli aplaudir a la Presidenta y trascender con Samid. Así tantos otros que cuando uno los escucha toma consciencia de que no les importa nada de nada – mucho menos de la política – y que sólo los une el convertirse en operadores del poder. La profesión política es hoy demasiado rentable para que algunos la sostengan desde las limitaciones de los principios, de la misma ética o desde la coherencia del pensamiento. Ni los intelectuales se animan a plantear el “apoyo crítico”, nada más aplauden los caprichos presidenciales con la misma convicción con la que de jóvenes de aferraron a los recovecos del marxismo. El peronismo les sirvió como una vía para acercarse al pueblo, el kirchnerismo los autorizó a sentirse vanguardia iluminada y dejar de sostener una causa popular que nunca habían logrado sentir. El kirchnerismo es la degradación del peronismo en manos de los intelectuales; retoma los defectos de los violentos de los setenta, la equivocada mirada de aquellos que eligieron la violencia en el seno de la misma democracia que les había ofrecido una enorme cuota de poder. Y todo eso aparece hoy, no al servicio de una causa política, sino al intento de engendrar una nueva burguesía rentista asentada en los beneficios del juego y la obra pública.
No estoy debatiendo con Samid pero sí confronto con una concepción de la política y del poder que desprecia al peronismo y lo substituye por marxistas que son sus detractores. La burocracia no es progresista ni de izquierda; la burocracia es la peor enemiga del pueblo y de la sociedad. La política no pasa ni por Carta Abierta ni por el Bailando, sigue necesitando un proyecto racional que ponga las pasiones al servicio de las ideas y no como un simple disfraz para evitar el debate.